El director de la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, padre Javier Calvillo, señaló que las y los migrantes no cruzan las fronteras sólo porque no temen a la muerte; no buscan morir, todo lo contrario, se aferran a la vida, pero a una vida mejor; “tienen en la mente y en el corazón la ilusión de vivir y dar a su familia una vida digna”.
Por tal razón, el sacerdote expresó su tristeza debido a que hace unos días, en San Antonio Texas, Estados Unidos, diez migrantes perdieron la vida asfixiados dentro de un tráiler, de donde otros 29 fueron rescatados en muy malas condiciones de salud.
“A nombre de la Casa del Migrante de Ciudad Juárez, del Centro de Derechos Humanos de esta casa, y de la Diócesis de Ciudad Juárez, queremos decir que la muerte no es una solución para las y los migrantes; al contrario, somos testigos de que ellos buscan siempre una mejor vida”.
Dijo que, desde la pastoral, desde la caridad, desde la fe y desde el trabajo de ayuda a los migrantes, la Casa del Migrante de la Diócesis de Ciudad Juárez invita a todas las personas, a las autoridades federales, estatales y municipales, a las comunidades del El Paso, de Juárez, de las Cruces y de Chihuahua, así como a las organizaciones que se dedican a brindar ayuda humanitaria, a actuar para cambiar la realidad que persigue a los migrantes.
“No podemos acostumbrarnos a ver la muerte, estamos frente a una situación en la que vemos muerte por todos lados, en la que vemos desapariciones, en la que vemos ejecuciones, y todo esto tiene que cambiar”, señaló.
Consideró que la solución no está en hacer muros, sino puentes, en impulsar el diálogo, en poner nuestro granito de arena con propuestas, en defender, valorar, orientar y descubrir toda la grandeza que hay en la persona de los migrantes.
El padre Javier Calvillo aseguró que, como seres humanos, como personas, como familias, como niños, “nunca estamos exentos de un día tener que dejar nuestras tierras y emigrar; pero la migración no es mala, al contrario, muchos países se han hecho poderosos gracias a la migración, a la diversidad de culturas”.
“Desde la Casa del Migrante de la Diócesis de Ciudad Juárez –insistió–, te invitamos a que digas sí a la vida, sí a apoyar y defender y a cuidar a los migrantes, ¡que Dios que conoce nuestras obras, que Dios que todo lo ve, entre en nuestro corazón y nos haga voltear hacia aquellos hermanos que más lo necesitan!”.
Finalmente, dijo que el papa Francisco, cuando vino a Ciudad Juárez, dejó a los mexicanos ese compromiso de tender la mano a nuestros hermanos, de manera que no podemos cerrarles nuestros ojos, nuestros oídos y nuestro corazón. “Cuando una persona muere, sea quien sea, no podemos ser indiferentes ante la realidad de la muerte, no podemos permitir que estas muertes sean sólo números más, más estadísticas que se guarden en los archivos. ¡Gracias a quienes apoyan, gracias por descubrir en los migrantes el rostro de Jesús!”.