“La Tierra clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable”. Lo dice Francisco en ‘Laudato sí’’. Y los estudios científicos le dan la razón. Y es que desde hoy, 2 de agosto, la humanidad “vive a crédito”. Es decir, ya hemos consumido todos los recursos naturales que el planeta puede producir en un año.
Los excesos de la acción del hombre sobre la Tierra causa que vivamos por encima de sus posibilidades. Y la peor noticia es que el día en que consumimos todo lo producido cada vez llega antes. Así, el pasado año la Tierra comenzó a “vivir a crédito” el 8 de agosto. Mientras, un año antes lo hizo el 13, en 2014 el 19 y en 2013 el 20 del mismo mes.
Desde hace cinco años, el día en que el hombre consume todo lo producido ese año continúa en retroceso, es decir, llega antes. Sin embargo, la Tierra dejó de ser suficiente para el hombre desde 1976, cuando comenzamos a consumir más de lo producido anualmente. Y si se sigue esta tendencia, en 2030 se necesitarían dos planetas para abastecernos. En una parte es debido al crecimiento de la población mundial, pero sobre todo a los estilos de vida y a la dependencia de los combustibles fósiles.
En tan solo siete meses, todos los recursos producidos en 2017 se han consumido, según el estudio anual de Global Footprint Network, un instituto de investigación internacional de Oakland (California). De hecho, los próximos cinco meses el hombre estirará los ecosistemas, por lo que se comprometerá su capacidad generativa para que continuemos comiendo y bebiendo.
Una extensa huella ecológica
El estudio, con datos de la ONU, compara la huella ecológica humana, que mide la explotación de los recursos naturales de la Tierra con la biocapacidad del planeta. Según sus cálculos, el consumo de la humanidad excede el 70% de los recursos disponibles. En otras palabras, se necesita el equivalente de 1,7 planetas para satisfacer las necesidades humanas.
Las consecuencias de este consumo ya se está sintiendo: deforestación, pérdida de biodiversidad, escasez de agua, acidificación del océano, erosión del suelo, acumulación de residuos o aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera, según explica un artículo de Le Monde.
La huella ecológica de los países desarrollados es cinco veces mayor que la de los países más pobres. No obstante, todos los seres humanos no son responsables en las mismas proporciones de este desabastecimiento. Así, si todos tuviéramos los mismos estilos de vida que la población de Australia y de Estados Unidos, se necesitarían más de cinco planetas para abastecernos.
En concreto, España se queda debajo del top ten de países con una huella ecológica mayor. De hecho, si todo el mundo viviera como los españoles se necesitarían 2,4 planetas para que el consumo-producción se equilibrara. Por encima de nuestro país se encuentran países de la Unión Europea como Reino Unido, Italia, Alemania o Francia. Más preocupante es el dato de queEspaña necesitaría multiplicar su extensión por 2,5 para producir lo que los españoles consumen cada año.
“Está en juego nuestra dignidad”, dice el Papa
Como ya se preguntó Francisco en su encíclica verde, uno de los textos guía de su pontificado en el que propone un modelo de ecología integral, “¿qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan? Lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”. Pero no lo estamos consiguiendo…
El texto, inspirado en el ‘Cántico de las criaturas’ de san Francisco de Asís, dejaba claro que “los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en el sufrimientos de los excluidos”.
El Papa también recordó que “los países pobres necesitan tener como prioridad la erradicación de la miseria y el desarrollo social de sus habitantes, pero también deben analizar el nivel escandaloso de consumo de algunos sectores privilegiados de su población y controlar mejor la corrupción”. Y denunció que “ante el agotamiento de algunos recursos, se va creando un escenario favorable para nuevas guerras, disfrazadas detrás de nobles reivindicaciones”.
¿Cómo puede revertirse esta tendencia?
Para revertir la tendencia creciente, en primer lugar deberían limitarse las emisiones de gases de efecto invernadero, que en su conjunto representan el 60% de la huella ecológica global. Esta es uno de los objetivos consagrados en el Acuerdo de París, que Trump ha roto, pese a los datos que presenta el modo de vida estadounidense.
Otra de las medidas pasa por reducir el despilfarro de alimentos. En este sentido, España se está poniendo manos a la obra y el Congreso está estudiando la creación de una ley del buen samaritano –existente en países del entorno– que provoca un aumento en las donaciones de alimentos al limitarse la responsabilidad del donante, que actúa de buena fe.
“El principal riesgo hoy es que los países en desarrollo vean aumentada su huella, y que ese aumento no se vea compensado con una disminución en los países desarrollados”, como señala Le Monde. Lograr este equilibrio es la aspiración para lograr volver a vivir dentro de los límites del planeta.