Colombia

Las claves para los diálogos pastorales en zonas de conflicto

La protección de los derechos humanos por parte de los agentes de pastoral





La Comisión de Conciliación Nacional (CCN), entidad adscrita a la Conferencia Episcopal de Colombia, ha dado a conocer una serie de claves para los diálogos pastorales, de cara a la protección de los derechos humanos en zonas de conflicto armado.

El documento que reúne tales pautas surgió como fruto del acompañamiento que la institución ha desarrollado en los últimos años, con el fin de capacitar a agentes eclesiales en relación con los desafíos que plantea la búsqueda de la reconciliación y la paz en el país.

Qué entiende el episcopado colombiano por diálogo pastoral se esclarece volviendo sobre las siguientes afirmaciones de monseñor Pedro Rubiano en 1994: “un diálogo político es el que maneja el Gobierno, uno pastoral es el que nosotros hacemos y vamos a seguir haciendo. Los dos buscamos el bien del país; que no sigan destruyendo los recursos naturales ni contaminando los ríos. Y de ninguna manera podemos aceptar métodos que dejan lisiados de por vida a los niños y ancianos. Todos tenemos que comprometernos para que eso termine y haya paz”.

Darío Echeverri, Secretario de la CCN

Lo anterior se complementa con una lista de acciones enunciadas por el padre Darío Echeverri, secretario de la CCN, en conversación con sacerdotes y religiosas el año pasado: “hablar como signo de la presencia de Cristo para defender los derechos de las comunidades; evitar que los armados involucren a la comunidad y nos involucren a nosotros, haciéndonos parte del conflicto; y evitar daños irreparables en el territorio”.

La pertinencia y el sentido de este conjunto de prácticas se expone en las primeras páginas del documento:

  • “El conflicto armado y las violencias criminales han estado presentes por mucho tiempo afectando la humanidad y dignidad de las comunidades menos favorecidas desde mediados del siglo XX en Colombia”.
  • “La Iglesia no puede ser ajena a las consecuencias de estas situaciones; las graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario han convocado su presencia para denunciar, facilitar, mediar y brindar apoyo”.

Según explican los autores del texto, el episcopado colombiano comenzó a hablar de diálogo pastoral a partir de la década de 1980. Como subrayan, la Conferencia Episcopal se ha comprometido a incidir en la reconciliación entre partes implicadas en conflictos armados y a trabajar en función de la justicia y la equidad en los contextos donde tales conflictos se encuentran más presentes. Esto en coherencia con la idea de que no es posible terminar con ellos mientras la realidad de los ciudadanos a su vez no se transforme.

Hoy por hoy, a este nivel, la institución concibe su papel más activo como “facilitadora de buenos oficios”, “componedora de diálogos”, “acompañante y veedora en los procesos de negociación”, teniendo especial atención en disminuir y el eliminar el daño que las comunidades y los mismos combatientes están viviendo en su humanidad. Igualmente, asume el desafío de involucrarse en las fases posteriores a las negociaciones, toda vez que su tarea consiste en contribuir a la restauración del tejido social y a la transformación de las relaciones, “con el fin de reconectar los lazos que la violencia dañó en la posibilidad del ejercicio de los derechos, en el sujeto político, en la confianza entre los actores de las comunidades y en la inclusión social de los excombatientes, para evitar la repetición de estas prácticas y hábitos de violencia”.

¿Qué hacer y qué no hacer?

Participantes de uno de los talleres animados por la CCN

Las claves que brinda el documento tienen como punto de partida elementos del pensamiento social de la Iglesia y su concordancia con los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario. Ello sirve de referente para abordar distintos temas que han hecho parte del contenido de talleres en favor misioneros.

Qué hacer y qué no hacer en un diálogo pastoral es parte de la reflexión difundida y contiene llamados de atención en materia de autocuidado, compañía, protocolos de acción, manejo de medios masivos de información, etc.

Página tras página, entre otras cosas, el texto desarrolla un glosario de victimizaciones y violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario, en orden a ampliar la comprensión sobre el contexto en que se inscriben los impactos de la violencia en las regiones.

Una metodología de raigambre sicológica ayuda a considerar con un enfoque diferencial los sufrimientos y daños que tales hechos pueden acarrear para una comunidad.

A lo anterior se suma, sin embargo, un apartado transversal en que se describen las concepciones generales de la reconciliación y algunas estrategias de incidencia política sobre las cuales trabaja la reconciliación estructural.

En un ejercicio de memoria histórica, el documento también reúne pronunciamientos emitidos en el seno de la Iglesia colombiana, que permiten entrever el compromiso de algunos de sus miembros con la búsqueda de la paz. Muestra de ello son las siguientes palabras de monseñor José Luis Serna, en 1987. “Escuchando las gentes y en el diálogo con la guerrilla constaté en seguida un tremendo vacío del Estado. Este se manifestaba y aún se manifiesta en que no aparece ni para asegurar los bienes básicos ni dar la seguridad social ni garantizar la salud, la educación, y la vivienda, ni para ejercer la justicia de las leyes. El diálogo fue efectivo para promover correctivos, que eran justos, aunque vinieran de la guerrilla”.

Con el paso de los años, tales pronunciamientos fueron ampliando sus dimensiones. De ahí la carta que en abril de 1989 la Conferencia Episcopal de Colombia dirigió a Carlos Pizarro, entonces comandante del M-19, para reafirmar su disponibilidad de servir de garante en los diálogos con el Gobierno.

En el año 2000, según se reseña, monseñor Alberto Giraldo fue designado por el presidente Andrés Pastrana como miembro del equipo de negociadores en el proceso de paz con las FARC. Una década después monseñor Rubén Salazar, reiteraría, esta vez para razonpublica.com, que “el conflicto armado no es sino un aspecto del problema social de Colombia”, “el gran reto que nosotros tenemos es aceptar que hay que aplicar unas reformas sociales de fondo”. El medio de comunicación reaccionaría a sus palabras diciendo: “lo han dicho y escrito otros, pero esa afirmación convertida en un enunciado del presidente de la Conferencia Episcopal producirá una resonancia nueva”.

Por su parte, El Universal de Cartagena registraría las siguientes consideraciones de un grupo de sacerdotes en 2013: “nuestro papel principal sería en el posconflicto. Si se logra llegar a esta etapa nos corresponde desde nuestras regiones y parroquias ambientar la reconciliación, tendiendo puentes entre victimarios y víctimas para sanar heridas, previniendo la revictimización. Los sacerdotes también podemos ayudar a la reinserción social de los excombatientes y a motivar a los cristianos para hacer lo mismos”.

El entusiasmo del autor de tales palabras es el mismo de buena parte de los participantes de los talleres de la Comisión de Conciliación Nacional. Con la publicación de sus principales lecciones se abre una puerta para nuevos aprendizajes.

FOTOS: CCN

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