El papa Francisco ha reflexionado, antes del rezo del Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, sobre la fiesta de la Transfiguración del Señor. Un acontecimiento que “nos ofrece un mensaje de esperanza, nos invita a encontrar a Jesús para ponernos al servicio de los hermanos”, ha destacado Francisco.
En sus saludos al acabar la oración mariana, el papa se ha querido acordar tanto de los romanos como de los peregrinos de diferentes países, recordando especialmente a los grupos de niños y jóvenes de diferentes diócesis italianas.
Siguiendo el relato evangélico de Mateo, el papa ha resaltado que “la subida de los discípulos al Monte Tabor nos lleva a reflexionar sobre la importancia de separarnos de las cosas del mundo, para emprender un camino hacia lo alto y contemplar a Jesús”.
Así, ha pedido que nos dispongamos “a la escucha atenta y orante de Cristo, el Hijo amado del Padre, buscando momentos íntimos de oración que permitan la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios”. Por ello, “estamos llamados a redescubrir el silencio pacificante y regenerador de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que nos conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría”.
Para el papa, el verano “es un momento providencial para aumentar nuestro compromiso de búsqueda y de encuentro con el Señor”, ya que los estudiantes no tienen que hacer deberes, muchas familias disfrutan de las vacaciones. “Es importante que en este período de descanso y desprendimiento de las tareas diarias, se puedan recuperar las fuerzas del cuerpo y las del espíritu, profundizando en el propio camino espiritual”, ha recomendado.
Tras el acontecimiento de la Transfiguración , los discípulos bajaros del monte “con los ojos y el corazón transformadas por el encuentro con el Señor”, ha comentado Francisco. “Este es el camino que podemos hacer también nosotros -ha continuado-, invitados a descender de la montaña recargados con la fuerza del Espíritu divino y decididos a dar nuevos pasos de auténtica conversión para testimoniar constantemente la caridad, como ley de la vida cotidiana”.
Para ello, el pontífice ha invitado a dejarse transformar “por la presencia de Cristo y del ardor de su palabra”, para ser “un signo concreto del amor vivificante de Dios por todos nuestros hermanos, especialmente para aquellos que sufren, para los que viven en soledad y abandono, para los enfermos y para la multitud de hombres y mujeres que, en diferentes partes del mundo son víctimas de la injusticia, la prepotencia y la violencia”.
A María, la “Virgen de la Escucha”, el papa ha confiado las vacaciones de todos, para “que sean serenas y provechosas”; también el verano “de aquellos que no pueden irse de vacaciones porque se lo impide la edad, la salud o el trabajo, las dificultades económicas u otros problemas, para que sea un momento de descanso, alentado por la presencia de amigos y por momentos felices”.