Cultura

San Millán de la Cogolla, memoria de una cultura universal





“Es memoria silenciosa del saber y la cultura universal”. Nadie mejor que el agustino Pedro Merino (Villar de Torre, La Rioja, 1938), prior del monasterio de Yuso, para describir la monumental e histórica biblioteca del conjunto monasterial de San Millán de la Cogolla. “Es testigo cualificado –añade– del afán cultural benedictino. A los monjes benedictinos, como creadores de este espacio casi sagrado, y a los agustinos recoletos, restauradores y cuidadores desde 1878, debe la cultura agradecer tanto esfuerzo gratamente compensado por el interés que suscita y el servicio que sigue prestando a los investigadores del pasado”.

La biblioteca emilianense, junto a su archivo, es uno de los mejores testimonios de la riqueza cultural de los monasterios españoles. “No es el número de libros, sino su valor histórico: códices, incunables, ediciones raras y ejemplares casi únicos. Más de la mitad de sus libros están escritos en latín, el lenguaje culto de la época, del que nacerá el romance que al final apellidamos castellano. Por sus libros podemos comprender y valorar la apertura a la cultura y al diálogo con que los benedictinos respondieron a los retos de su tiempo”, explica Merino, prior desde 2011 de Yuso, donde se encuentra la biblioteca tal y como quedó amueblada a finales del siglo XVIII: sin luz eléctrica ni calefacción.

Aunque fundado en el siglo XI, Yuso fue sometido a notables reconstrucciones y ampliaciones entre el siglo XVI y XVIII; de ahí, esa estampa arquitectónica en la que predomina el estilo renacentista y el barroco. La biblioteca es heredera del famoso scriptorium de Suso, pero también de la historia de ambos cenobios: “Está claro que, para adquirir y conservar ese tesoro que encierra la biblioteca, los monjes tuvieron que privarse de otras muchas cosas. Para responder como testigos de la luz ante un mundo cambiante y a veces ciego, entendieron que la mejor inversión estaba en rodearse de libros. Pobres para sí y en casi todo, menos en cultura”.

Era “una ruina”

Ambos monasterios –conocidos unitariamente por San Millán de la Cogolla– fueron declarados por la UNESCO, en 1997, Patrimonio de la Humanidad. Gracias, sobre todo, al impulso agustino, orden que se hizo cargo en 1878 de Yuso, abandonado en 1835 y presa de saqueos y despojos. Lo cuenta el prior: “Los agustinos recoletos recibieron como legado lo que la prensa de entonces calificó como ‘una ruina’. Su tenacidad y resolución hicieron posible lo que parecía una empresa inalcanzable. Mentes privilegiadas como el primer prior, Íñigo Narro, y el obispo agustino recoleto, Toribio Minguella, tuvieron claro que había que dar la primacía a la recuperación del fondo bibliográfico de la biblioteca, cuyos libros habían sido colocados en hogares cercanos al monasterio”. (…)

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