El Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP) y la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) se unieron a las organizaciones sociales que han puesto de su parte para contribuir al tránsito de antiguos miembros de las FARC hacia la vida civil.
Un programa de capacitación en asuntos de ciudadanía, democracia y reconciliación se llevó a cabo recientemente en 10 zonas veredales del país con el apoyo de ambas instituciones.
Las capacitaciones sobre reconciliación siguieron la metodología del Servicio Jesuita para Refugiados (SJR), considerando los estadios que la institución señala al momento de pensar este desafío social como proceso gradual: la coexistencia, la construcción de confianza y credibilidad, y una empatía que pasa por el perdón.
Tal fue el punto de partida para los talleres que involucraron a varios miembros de la Compañía de Jesús, entre ellos al argentino Julio Villavicencio, quien comparte con los lectores de Vida Nueva Digital algunas de sus impresiones.
Como miembro del SJR, Julio ha acompañado víctimas del conflicto armado y conoce de cerca historias de vida en que se revela la complejidad de la tragedia que se pretende conjurar en esta hora que vive el país.
La experiencia de encontrarse con miembros de las FARC en Tolima y La Guajira le resultó impactante, en tanto que lo llevó a ampliar su comprensión del desafío social por delante.
Entre los excombatientes encontró a personas que también han sufrido por cuenta de la violencia y que se vieron envueltos en la guerra por cuenta de opciones individuales determinadas, muchas veces, por los condicionamientos que impone la vida del campo a muchos jóvenes hasta el día de hoy. A su parecer, las etiquetas de víctimas y victimarios son insuficientes para entender al otro y replantear las relaciones entre la ciudadanía.
Este jesuita cree que es urgente aprender a construir espacios de convivencia en Colombia en los cuales las diferencias no impliquen formas violentas de confrontación.
“La guerra se metió en la vida cotidiana”, plantea Julio pensando en el impacto que han tenido en la cultura más de 50 años de conflicto armado en el país. Aludiendo a la lectura que Francisco de Roux hace de este fenómeno, cree que se debe afrontar de manera decidida la crisis espiritual.
En las zonas veredales encontró expectativas de cambio social y compromiso para buscar alternativas comunitarias de vida. Pero también percibió el cansancio de la guerra. En algunos excombatientes hay miedo, como hay miedo también en buena parte de la sociedad colombiana.
Julio analiza ese sentimiento echando mano de la tradición espiritual de la Compañía de Jesús: también entre la ciudadanía están en juego “las dos banderas”. ¿Qué hacer para que primen sentimientos de consolación y no de desolación? Todo lo que sirva para fortalecer el proceso de paz es bienvenido, plantea.