Con el objetivo de diseñar un plan pastoral acorde a la problemática de salud por la que atraviesa la población mexicana, la Comisión Episcopal para la Pastoral Social de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), a través de su Dimensión de Pastoral de la Salud, realizó en el 2016 un análisis para diagnosticar cuáles son las enfermedades que están desencadenando un alto índice de decesos en el país.
De acuerdo con el diagnóstico, son tres las enfermedades a las que se debe poner atención específica por provocar silenciosamente la muerte de miles de personas cada año; estas son: la diabetes, la obesidad y el cáncer. El estudio revela que estas enfermedades, al ser crónico-degenerativas, requieren una atención médica dedicada y especializada.
La Dimensión de la Pastoral de la Salud examinó también cuáles son las consecuencias en el sistema público de salud, particularmente en los hospitales y clínicas, al atender a pacientes con estas enfermedades en etapa crónica. Como resultado se obtuvo que, en primer lugar, requieren atención recurrente en el servicio de urgencias de los hospitales, hecho que de cierta forma genera una gran demanda, y por consecuencia, limita la atención a pacientes con otras enfermedades.
De acuerdo con un documento publicado este miércoles por la Conferencia del Episcopado Mexicano, titulado ¿De qué están muriendo los mexicanos? Una propuesta integral para evitar que las instituciones de salud colapsen, después de conocer lo anterior, la Dimensión de la Pastoral de la Salud, en colaboración con la Federación Mexicana de Asociaciones de Médicos y Profesionistas de la Salud Católicos, y en estrecho vínculo con un consejo de médicos que colaboran para esta pastoral, determinaron que la solución para combatir eficazmente la tendencia hacia estas tres enfermedades es la prevención.
Revisando las políticas públicas en materia de salud –señala el documento– se determinó que parte importante del problema tiene que ver con la distribución del presupuesto aprobado para este rubro. Y es que, en países desarrollados se destina un porcentaje mayor al 60% únicamente para la prevención de las enfermedades, y un 30% a la atención de servicios médicos.
En México sucede lo contrario: el porcentaje que se utiliza en la atención de enfermos es mucho mayor al 70%, mientras que la prevención ocupa un porcentaje menor. “Es comprensible que esto suceda cuando en la conciencia de las personas no se asume que el cuidado de la salud es responsabilidad de cada uno”, señala.
Frente a esta realidad, la Dimensión de Pastoral de la Salud, a cargo de monseñor Domingo Díaz Martínez, emitió en octubre de 2016 un comunicado titulado: “Es mejor prevenir que remediar”, a través del cual se instó a la Cámara de Diputados a escuchar las diversas voces que pedían no recortar el presupuesto en servicios de salud. “La Cámara de Diputados tuvo a bien tomar en cuenta ésta y otras recomendaciones más, y no hubo recorte al presupuesto”.
Fue en este contexto que en enero de 2017 la Dimensión de la Pastoral de la Salud presentó un plan integral de salud que pretende ser una respuesta a la sociedad mexicana para combatir la diabetes, la obesidad y el cáncer, principalmente mediante la prevención.
La estrategia contempla, en primer lugar, una sectorización geográfica, y para ello se cuenta con la colaboración de los representantes de las 18 Provincias Eclesiásticas, quienes son los responsables de realizar un análisis de la situación de salud por la que atraviesan las distintas zonas.
A este equipo se suman los agentes de Pastoral de la Salud que ya ejercen algún apostolado en la Iglesia en favor de los hermanos enfermos. Para la CEM, estos agentes son eje preponderante en el desarrollo de este proyecto de prevención, pero también es muy importante la participación de las diferentes comunidades religiosas que ofrecen servicios a los enfermos.
Punto fundamental del plan es la Campaña Nacional de Prevención de Pastoral de la Salud, que tiene por objetivo concientizar y prevenir sobre la importancia de una cultura de salud en beneficio individual y colectivo, a partir de tres fases denominadas: concientización, activación y transformación, para que los niños y adultos aprendan de manera dinámica y práctica el concepto vida saludable.
La primera fase de la campaña consiste en realizar un trabajo de concientización directamente con la niñez a través de Jornadas de Salud Infantil. La razón de elegir a los niños para abordar esta primera fase es porque se estima que, de continuar con esta tendencia, en 30 años las instituciones modificarán el acceso a la salud y se prevé un colapso en las instituciones que brindan atención médica.
La jornada está diseñada para ejecutarse en una hora y media por un comité directivo. Actualmente las sesiones se llevan a cabo en algunas escuelas de inspiración católica, pero se pretende llegar a todo México, especialmente a aquellas zonas con mayores índices de mortalidad a causa de estas tres enfermedades.
La segunda fase se enfoca a desarrollar en el individuo una salud integral, y por salud integral la Iglesia entiende aquella que contempla la dimensión de la salud social, familiar, alimenticia y espiritual. Es por ello que ésta es una fase complementaria con la que el individuo puede hacer hábitos saludables.
Una cartilla de salud escolar es el medio a través del cual el niño, pero también el adulto, pueden llevar el control diario de las cosas buenas que se hacen para cuidar el cuerpo. La cartilla está dividida en meses, y en ella se pueden registrar: actividad física, toma de agua, ingesta de alimentos saludables (verduras y frutas), visita al doctor, tiempo de sueño y oración.
Lo más destacable de la fase de activación es incluir a un promotor familiar de la salud en cada familia. Este integrante asume voluntariamente la tarea de coordinar y motivar dentro de la célula familiar las actividades de prevención de salud, así como la supervisión del estado físico y mental de cada uno de los miembros, procurando su bienestar.
La última fase del proyecto se denomina transformación porque busca tratar de manera directa estas enfermedades y formar agentes de salud que pueden ser un vínculo entre las personas afectadas y las instituciones de salud pública y privada, sociales y eclesiales.
“A través de los promotores de salud familiar –explica el documento– se difundirán protocolos de atención a las personas que requieran auxilio sobre los padecimientos antes mencionados. De esta manera buscamos transformar el pensamiento de las personas que no son conscientes que quienes padecen alguna de estas enfermedades deben recibir cuidados y tratamientos especiales”.
De esta manera la Dimensión Episcopal de Pastoral de la Salud en México ha comenzado a aplicar con éxito este plan de prevención, con el apoyo de organizaciones como el Hospital del Sagrado Corazón de Jesús, la asociación civil Ad Salutem A.C. y la Fundación Vértice Querétaro, entre otras.
Monseñor Alfonso Miranda Guardiola, secretario general de la CEM, explica en el estudio que pese a que el plan de salud integral está siendo aplicado con mucho éxito, es necesario que todos los actores de la Iglesia y de la sociedad en general participen de forma más activa para llevar a cada rincón del país el material de la campaña que puede significar la clave para la disminución en los índices de estas enfermedades mortales.