Desde que el pasado viernes se anunciara el resultado oficial de las elecciones del pasado 8 de agosto que dan la victoria al actual presidente, Uhuru Kenyatta, una oleada de violencia se desató en el país, con un balance inicial de 24 muertos, la mayoría de ellos en Nairobi por la intervención de las fuerzas de seguridad. De acuerdo con la Comisión Electoral Independiente, Kenyatta obtuvo el 54,27 por ciento de los votos, frente al 44,74 por ciento que alcanzó el opositor Raila Odinga.
El Consejo Nacional de Iglesias de Kenia hizo un llamamiento a la moderación a la vez que condenó los fallecimientos, mientras que el Consejo Supremo de los Musulmanes instó a la policía a que deje los ataques a los manifestantes partidarios de unos y otros candidatos. Todos temen que se vuelva a repetir el enfrentamiento político con trasfondo tribal que se vivió en 2007 y que acabó con más de 1.000 fallecidos y 600.000 desplazados.
Tras esta primera oleada violenta, en la jornada de ayer domingo Nairobi recuperó en parte una inusual normalidad, con calles vacías mientras en los templos, los líderes religiosos hacían un llamamiento a la calma a los fieles. Kenyatta se dirigió a la nación para pedir que hoy lunes los ciudadanos acudan a su trabajo en señal de duelo por los fallecidos.
“Hacemos un llamamiento a las fuerzas de seguridad para que se frenen el uso de una fuerza excesiva para controlar a las multitudes”, solicitó John Oballa Owaa, vicepresidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia. “No se puede perder una sola vida por unas elecciones”, añadió.