“Una fe que no se hace cultura, es una fe mal vivida, o pobremente vivida. Vivamos creyentemente”. Fue el llamamiento del cardenal arzobispo de Madrid al iniciar la homilía de la eucaristía de la Virgen de la Paloma, la advocación más castiza de la Asunción de Nuestra Señora. En el marco de estas fiestas populares madrileñas, Carlos Osoro presidió la celebración destacando que “la fe es un don, un regalo que aceptamos o rechazamos. Soy libre para acogerlo, porque nada se impone por parte de Dios”.
Tras escuchar el canto del Magnificat, señaló que “la Palabra de Dios ha sido muy clara: nos habla de las grandes aspiraciones que los hombres tenemos en lo profundo de nosotros y que se rebelan con claridad en la Virgen María”. El cardenal repasó la historia del lienzo “con el que hoy honramos la Santísima Virgen” con devoción popular, “una advocación muy profunda pero muy sencilla”.
A partir de ahí, contempló el lienzo desde tres aspectos: la mirada, el rostro y las manos de María. “La Virgen de la Paloma mira hacia abajo, hacia los hombres, a todos, tal y como le había pedido su Hijo. La catolicidad es que María es madre de todos, incluso de quienes no la buscan ni la conocen. Regálanos tu mirada amplia, de largo alcance”, deseó el arzobispo que reclamó que “necesitamos para nuestra convivencia tu confianza de madre” porque “no queremos perdernos en peleas”. “Arranca la envidia y la violencia de nuestro corazón”, aseguró.
Osoro se detuvo después en el “rostro de paz” de la Virgen, fruto de su escucha: “¡Cuántos problemas nos ahorraríamos si escucháramos al otro! ¿Es que tenemos miedo de escuchar? Cuando no escucho, impongo a los demás lo que quiero y deseo yo”, apuntó, para invitar a todos a escuchar a los últimos, a los pobres, a los abandonados.
Sobre las manos entrelazadas del cuadro de la Virgen de la Paloma, el cardenal invocó a la necesidad de promover la solidaridad “para construir una gran familia”. “Salgamos a los caminos reales al encuentro de los hombres con la fuerza del Resucitando: abrazando, no capturando a nadie, no queriéndole poseer sino abriendo los brazos para que se sientan acogidos. No cerremos nunca los brazos”, comentó en una abarrotada iglesia de la Virgen de la Paloma y San Pedro El Real, a la que Osoro llegó a primera hora de la mañana para confesar a un gran número de fieles.
Osoro identificó a la Iglesia con esa María que inicia un viaje para acompañar a su prima Isabel: “No teme atravesar los caminos por los que transitan los hombres, que son tortuosos y montañosos”. Desde ahí, deseó que “todos vivamos sabiendo que somos para los demás y no solo para los que piensan como nosotros. Somos de todos y para todos. Cuando perdemos esto de vista, entramos en conflicto entre nosotros”. El purpurado concluyó su homilía invitando a conformar “una Iglesia testigo, que se ensucia por mostrar a Dios a los hermanos”.
A la eucaristía asistieron, entre otros, la alcaldesa de la capital, Manuela Carmena y la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. “Mi petición a la Virgen es la que hagan los madrileños”, explicó la alcadesa, mientras Cifuentes expresó su cariño hacia esta advocación mariana: “Le pido trabajo y salud para todos. No es la patrona oficial, pero sí la popular. Junto con la Almudena es una de las advocaciones más queridas en Madrid, también por mí”.
Como es tradicional, al finalizar la eucaristía, los bomberos descolgarán la imagen de María del altar mayor para que sea besada por los madrileños. Por la tarde, de nuevo los bomberos instalarán el cuadro en las andas con las que procesiona por las calles del centro de la ciudad. Este año, la fiesta viene con polémica, precisamente por parte de los bomberos, que protestan en la festividad de su patrona por la que consideran una errada gestión del Gobierno municipal.