Fue el acto central de la conmemoración de los cien años del nacimiento del beato óscar Arnulfo Romero. La multitudinaria eucaristía celebrada en la catedral de San Salvador estuvo presidida por el cardenal arzobispo de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati, que acudió como enviado especial del Papa Francisco. La misa contó además con la participación del presidente salvadoreño, Salvador Sánchez Cerén, que acudió acompañado de su esposa.
El deseo unánime de una pronta canonización se percibió en esta ocasión en las palabras del propio Ezzati, que le presentó como un hombre en búsqueda que vivió su propio camino de fe. “Hoy podemos decir que nuestro mártir experimentó una profunda conversión”, expresó el cardenal que encaminó sus palabras a la razón de ser de la entrega de Romero: “No será posible escuchar con nitidez la voz de Dios en la historia, si no estamos insertos en el acontecer de la vida de nuestro pueblo”.
Otro mundo es posible
“El beato Romero es un verdadero santo y mártir de la esperanza. Lo es para lo más pobres del continente, lo es para nuestra querida Iglesia, lo es para los que luchan por la justicia, la reconciliación y la paz que, con cariño, ya lo llaman San Romero de América”, expresó Ezzati, que subrayó cómo “todos los mártires viven por causa de la esperanza, pensando en que otro mundo es posible”.
A partir de ahí, el arzobispo repasó las últimas horas de vida de Romero para destacar que “terminada aquella breve homilía, la bala asesina apuntó su corazón”. ¿El motivo? “Tener hambre y sed de justicia es motivo de martirio”, remarcó para aplaudir cómo Romero asumió “la defensa integral de la vida, que incluye la justicia social”.