El calor estival ha mantenido, una semana más, la audiencia general de los miércoles en el Aula Pablo VI, en el Vaticano. El papa Francisco ha tenido un recuerdo especial por “cuantos sufren a causa del terremoto que el lunes por la noche ha afectado a la isla de Ischia”, en referencia al seísmo que ha dejado varios muertos en la bahía de Nápoles. “Oremos por los muertos, los heridos, sus familiares u las personas que han perdido la casa”, ha pedido.
También ha recordado a las víctimas de Barcelona o de la República Democrática del Congo y ha pedido especialmente por los peruanos en la fiesta de santa Rosa de Lima. Además, en la catequesis de este miércoles 23 de agosto ha cantado con el coro Tomás Luis de Victoria de la Universidad Pontificia de Salamanca, que participará el próximo domingo en una misa en la Iglesia de Montserrat de los españoles.
Nos llegan malas noticias de Barcelona
Francisco ha continuado su ciclo de catequesis dedicado a la esperanza. A partir de un breve texto del Apocalipsis, proclamado en varias lenguas al comienzo de la audiencia, el Papa ha centrado su reflexión en “la novedad de la esperanza cristiana” a partir del versículo “Mira que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5). Para el Pontífice, “la esperanza cristiana está abierta a la novedad más grande, porque está abierta a Dios, que sabe crear siempre cosas nuevas y sorprendentes en nuestra vida y en la historia”.
A partir del texto bíblico, Bergoglio ha presentado “la Jerusalén del Cielo, donde Dios nos espera lleno de ternura para enjugar nuestras lágrimas y darnos descanso en nuestras luchas y fatigas” como lugar que es “meta” y “sentido” en el camino vital de los creyentes.
Esta esperanza se sobrepone frente a tantas terribles noticias que llenan los telediarios y las portadas de los periódicos. “Frente a tanto sufrimiento en el mundo, a tantos niños que sufren por la guerra, al llanto de las madres, a los sueños rotos de tantos jóvenes, a las penurias de tantos refugiados, la esperanza cristiana nos asegura que tenemos un Padre que llora y se apiada de sus hijos, que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro distinto”, ha asegurado Bergoglio, que ha citado las malas noticias que llegan de Barcelona o del Congo, tras saludar a unos peregrinos que han vivido ambas realidades. “Nosotros tenemos un padre que sabe llorar, que llora con nosotros…”, ha insistido el Papa en varias ocasiones de esta catequesis.
“Somos gente de primavera, no de otoño”
“La esperanza nos lleva a creer con firmeza que la muerte y el odio no tienen la última palabra sobre la vida humana”, aseguró Francisco. En este sentido, recordó que los cristianos “somos gente de primavera, no de otoño”. Así, el Pontífice ha invitado a que cada uno se pregunte y “responda en su corazón, ¿soy una persona de primavera o de otoño?, ¿mi alma es de primavera o de otoño?”
Francisco ha invitado a dejar nostalgias y lamentos, ya que los cristianos “somos herederos de una promesa y cultivadores de sueños…”, ha reafirmado, a la vez que ha invitado a dejar de tener caras de “pepinillos en vinagre”.
“El mal, al final, será eliminado como la cizaña del campo. Y, sobre todo, nos da a Jesucristo que nos acompaña y consuela en nuestro camino”, ha concluido Francisco.