Este jueves 31 de agosto se cumplen cinco años de la muerte, en la localidad lombarda de Gallarate, del cardenal Carlo Maria Martini, aquel al que muchos soñaron ver convertido en el sucesor de Pedro en el cónclave de 2005…, hasta que el jesuita despejó todas las dudas al entrar intencionadamente en el mismo con bastón.
Con todo, el legado de quien simbolizó la vivencia de una fe abajada y encarnada de un modo preferente en los últimos de la sociedad continúa hoy muy vivo, recordando mucho al modo en el que Jorge Mario Bergoglio interpela al mundo.
Al año de su muerte, el papa Francisco afirmó que recordarle es “un acto de justicia”. Por ello, desde aquí revivimos la memoria del emblemático arzobispo de Milán con cinco de sus intuiciones más significativas:
- “El vicio clerical por excelencia es la envidia, acompañada por la vanidad y la calumnia. (…) El carrerismo es un mal malísimo para la Iglesia, ya que se intenta decir lo que gusta al superior y se actúa según cada uno se imagina que le gustaría al superior” (fragmento de un artículo en La Reppublica, en 2008).
- “Si pensamos en las muchas propuestas religiosas que hay en el mundo, lo que nos distingue de los demás es Jesús y su camino, no el hecho de pertenecer a una organización con reglas y preceptos. Pero en la fe en Jesús no tiene ningún sentido contraponer Evangelio y dogmas, misericordia y mandamientos. (…) Todo se compagina en unidad, en la realidad de la Iglesia, que tiene un aspecto interior y también un aspecto exterior y, por tanto, comprende también estructuras, reglas, instrumentos de organización. Lo importante es que también estas realidades sean, en lo posible, expresiones de vida interior. Y además, hay que distinguir las cosas importantes y las que no lo son. Creo que la Iglesia ya ha hecho una obra de purificación de muchas cosas exteriores que no servían. Con todo, cuando aún leo en los periódicos que yo soy el ‘jefe de los progresistas’, me hecho a reír. (entrevista con 30Dias, dirigida por Giulio Andreotti, en 2010).
- “Antes tenía sueños sobre la Iglesia. Soñaba con una Iglesia que recorre su camino en la pobreza y en la humildad, que no depende de los poderes de este mundo; en la cual se extirpara de raíz la desconfianza; que diera espacio a la gente que piensa con más amplitud; que diera ánimos, en especial, a aquellos que se sienten pequeños o pecadores. Soñaba con una Iglesia joven. Hoy ya no tengo más esos sueños” (fragmento de su libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, publicado en 2008).
- “No es un mal que, en lugar de relaciones homosexuales ocasionales, dos personas tengan una cierta estabilidad y por lo tanto en este sentido el Estado podría también favorecerlos” (fragmento de su libro Creer y conocer, publicado en 2012).
- “En un mundo en el que la Iglesia habla ya todos los idiomas y está presente entre todos los pueblos, es importante que los obispos tengan forma de reunirse y de comparar sus lenguajes, viviendo de una manera intensa esta colegialidad. Todo esto se produce, sobre todo, en el Concilio ecuménico. Considero probable que en el siglo que se inicia se sigan celebrando estas convocatorias universales” (cuestionado sobre un Concilio Vaticano III en una entrevista con El País, en el año 2000, poco antes de recoger el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales).