Un domingo más, a mediodía, el papa Francisco ha rezado, desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico Vaticano, el Ángelus con los fieles y peregrinos llegados hasta la Plaza de San Pedro.Entre ellos, ha saludado especialmente a un grupo de peregrinos de las Islas Canarias.
El pontífice ha manifestado su “cercanía espiritual” con los pueblos que en del sur de Asia “aún sufren las consecuencias de las inundaciones”. También ha mostrado su “profunda simpatía hacia el sufrimiento de los habitantes de Texas y de Luisiana, afectadas por el huracán y unas excepcionales lluvias, que han causado víctimas, miles de desplazándose ingentes daños materiales”. Así, ha pedido a “María Santísima, consoladora de los afligidos”, “que obtenga del Señor la gracia del consuelo para estos hermanos nuestros probados duramente”. También, el papa ha agradecido todos los buenos deseos de cara al próximo viaje a Colombia.
Caminar contracorriente y cuesta arriba
En su reflexión sobre el evangelio del día, el papa recordó cómo Jesús reprende a Pedro, “que un momento antes era presentado como piedra sobre la que Jesús construiría su comunidad” y que, paradójicamente, ahora se presenta “como piedra de tropiezo en el camino del Mesías”. “¡Jesús sabe que Pedro y otros aún tienen un largo camino por recorrer para convertirse en sus apóstoles!”, exclamó.
En el mismo fragmento, el Señor invita a todos a tomar su cruz y seguirle. El papa ha advertido que “la tentación es seguir a un Cristo sin cruz”, “pero Jesús nos recuerda que su camino es el camino del amor, y no hay amor verdadero sin sacrificarse a sí mismo”. Para Francisco, “estamos llamados a no ser absorbidos por la visión de este mundo, sino a ser cada vez más conscientes de la necesidad y el esfuerzo de los cristianos a caminar a contracorriente y cuesta arriba”.
Sólo el amor da significado y felicidad
El mensaje de Jesús es de “gran sabiduría” y “siempre válido porque desafía la mentalidad y las conductas egocéntricas”, advierte el papa. En la entrega de la vida para salvarla, ve Francisco “la regla de oro que Dios ha inscrito en la naturaleza humana creada en Cristo: la regla de que sólo el amor da significado y felicidad a la vida”.
“Sivivimos para el Señor y establecemos nuestras vidas en el amor, como lo hizo Jesús, podremos gozar de la verdadera alegría”, afirmó Bergoglio, quien ha invitado a vivir la eucaristía como momento en el que redescubrir “el misterio de la cruz”, ya que “hacemos el memorial del sacrificio redentor, en el que el Hijo de Dios se pierde por completo a sí mismo para volver de nuevo al Padre, y así nos encontramos nosotros, que estábamos perdidos, junto con todas las criaturas”. En la misa, “el amor de Cristo crucificado y resucitado se nos comunica como alimento y bebida, porque que podamos seguirlo en el camino de cada día, en el ministerio concreto de los hermanos”, concluyó.
