En la tarde del miércoles 6 de septiembre, tras el festivo recibimiento que tuvo al llegar a Colombia en la base militar CATAM, el papa Francisco se trasladó en papamóvil hasta la sede de la Nunciatura Apostólica.
A las puertas del edificio se vivió un momento de gran emotividad, cuando los jóvenes atendidos por el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud (IDIPRON) le dieron la bienvenida y le pidieron que considere la beatificación del salesiano Javier de Nicoló.
El religioso italiano, fallecido el año pasado, consagró su vida al cuidado de la niñez y la juventud en condición de abandono y vulnerabilidad. Durante décadas fue el rostro de IDIPRON, rescatando a miles de personas de la calle y de las adicciones. En 2014, durante una entrevista para Vida Nueva, Javier de Nicoló señaló: “Yo creo que la profesión más importante, estemos o no en guerra, es el servicio”. En ello radicaba su enseñanza.
Hoy, Francisco ha recibido de los niños y de los jóvenes una ruana (prenda autóctona de la sabana cundiboyacense), así como un velón y un vitral, hechos con sus manos. “No dejen que nadie les robe la alegría ni la esperanza”, les dijo, agradeciéndoles sus detalles.
De fondo sonaba música urbana, mezclada con cantos tradicionales. Los habitantes del sector de Teusaquillo, en donde está ubicada la Nunciatura, se sumaron a las manifestaciones de júbilo y siguieron la fiesta por un tiempo, una vez que Francisco se retiró para descansar. El jueves le espera una completa jornada de trabajo. [Programa completo de la visita]