Un leve incidente que le significó una pequeña herida en el pómulo izquierdo del rostro del papa Francisco alarmó a los hombres de la gendarmería encargados de su seguridad.
El hecho se presentó cuando recorría las calles del barrio San Francisco, en Cartagena, a donde había llegado para bendecir dos obras sociales de la arquidiócesis, en su desplazamiento en papamóvil hacia la casa de la señora Lorenza Pérez.
Mientras saludaba a las multitudes del populoso barrio cartagenero que salieron a su encuentro, el Papa se golpeó en la parte izquierda de su rostro, cuando el papamóvil disminuyó la velocidad inesperadamente. Enseguida, fue socorrido por uno de los hombres de su seguridad, quien no dudó en sacar su pañuelo para limpiarle algunas gotas de sangre junto a su ceja que, sin embargo, alcanzó a manchar su esclavina blanca.
Restándole importancia
El incidente no le robó la alegría ni el entusiasmo al Papa, quien caminó por las calles del barrio saludando a la gente pobre y sencilla, y bendiciendo a los niños que salieron a su paso, por una distancia de aproximadamente 800 metros. “Me di una puñada, estoy bien”,bromeó con un grupo de periodistas que lo abordaron.
En casa de Lorenza Pérez, una auténtica matrona costeña, de 77 años de edad, desbordada de caridad por los 85 niños del barrio a quienes alimenta y acoge con cariño diariamente, desde hace más de 20 años, Francisco fue testigo de la ternura y los cuidados de una abuela que ha hecho de su casa una ‘tienda de campaña’donde hoy ha sido curada la herida del mismísimo Vicario de Cristo, quien días atrás había dicho en la Nunciatura que “todos somos vulnerables”.
“Me duele mucho el maltrato de los niños”, ha dicho Lorenza,“lo único que necesito es salud y amor, que tenga salud para poder continuar con esta labor con los niños hasta que el Señor lo permita”. Ella, que le abrió las puertas de su humilde casa al obispo de Roma, ha pedido a Francisco su bendición para que este sueño sea posible.