Desde hace más de cien años, la Iglesia católica en la Ciudad de México asiste y ayuda a personas de escasos recursos que tienen a algún ser querido internado en los hospitales públicos de la colonia Doctores.
Este servicio comenzó en 1906 luego de que un grupo de voluntarias y vecinos construyeran una pequeña capilla en las inmediaciones del Hospital General de México –fundado un año antes– con la finalidad de atender espiritualmente a los familiares de los enfermos.
Fue hacia 1961 cuando los frailes Agustinos Recoletos se hicieron cargo de dicho templo para continuar brindando no sólo el apoyo espiritual, sino otros servicios como hospedaje, comida, dispensario, terapia psicológica, entre otros. Con los años, la atención ha ido mejorando.
Pero fue hasta el año 2006 cuando surgió propiamente el Centro Agustino Recoleto de Desarrollo Integral (CARDI), administrado y gestionado por la misma orden, aunque por razones administrativas ha tenido que modificar su nombre a Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (CARDI), y convertirse en una asociación civil.
Un abanico de servicios
En entrevista, Fray René Lozano Arizmendiz, quien desde hace dos años es director del centro, explicó que actualmente ofrecen a los familiares de enfermos: alimentación, dispensario, consulta médica, acompañamiento terapéutico, emocional y espiritual; lavado de ropa, regaderas, transporte y asesoría jurídica. Asimismo, dan talleres, cursos, diplomados y conferencias.
Aclaró que si bien CARDI cobra una cuota muy baja por cada uno de estos servicios, el centro no se sostiene de estos ingresos, sino de la ayuda voluntaria de muchas empresas y gente que apoya con su tiempo o donativos en especie o en dinero.
Voluntariado, parte importante
El sacerdote considera que parte fundamental de este trabajo son los voluntarios. “Actualmente tenemos 130 de base, que en general se van distribuyendo durante los siete días de la semana”, dijo.
Agregó que hay diferentes tipos de voluntariado: “hay muchos jóvenes que vienen de colegios y se dedican a ayudarnos en las actividades más básicas de CARDI: el dispensario, las duchas, el lavado de ropa, la cafetería, etcétera”.
“Hay otro voluntariado –continuó– que colabora una o dos horas a la semana, y a quienes también se les asignan tareas básicas. Pero hay otros más que entran en una relación profunda con los pacientes, con los familiares y en los hospitales; a estas personas les exigimos una formación a través de los diplomados que aquí impartimos, los cuales duran un año”, precisó.
Un cambio radical
Fray René Lozano explicó que siempre había estado en parroquia, por lo que llegar a CARDI fue un cambio drástico: “el compartir el sufrimiento de la gente, sus necesidades, la enfermedad, e incluso la muerte, ha sido algo que me ha cuestionado, confrontado, pero sobre todo, me ayudado a madurar en muchos campos de mi vida”.
“Los casos que más se me han quedado grabados han sido aquellos que tienen que ver con los niños –narra–. Había una familia de Veracruz que llevaba seis meses en el hospital y habían llegado simplemente para una revisión de rutina. Todo eso llevó a la familia a un desgaste en todos los sentidos; a mí me conmovió porque al final la historia terminó en la pérdida del jovencito enfermo”.
Finalmente, dijo que CARDI ayuda mensualmente a un aproximado de ocho mil 400 personas de escasos recursos, quienes solicitan el apoyo a través del área de Trabajo Social de los hospitales de la zona.