Los obispos de Galicia intentan zanjar polémicas que vienen siendo recurrentes en la Comunidad Autónoma, referidas a traslados de sacerdotes o a decisiones que tienen que ver con la organización de la vida en las parroquias.
Los seis obispos de la Provincia Eclesiástica de Santiago (Julián Barrio, arzobispo de Compostela, y su auxiliar, Jesús Fernández González; Luis Quinteiro, obispo de Tui-Vigo; Alfonso Carrasco Rouco, de Lugo; José Leonardo Lemos, Ourense; y Luis Ángel de las Heras, Mondoñedo-Ferrol) firman de manera conjunta una carta pastoral ‘Sobre la conversión pastoral y misionera en las parroquias’. Aunque está fechada el 25 de julio, Solemnidad del Apóstol Santiago, se ha presentado hoy lunes 11 de septiembre en las Jornadas de Formación Sacerdotal del Clero de Galicia en Poio (Pontevedra).
De hecho, empieza por ahí, por la llamada a la conversión pastoral y el estado de permanente misión al que convoca Francisco, coincidiendo con él en que “sin este proceso de conversión es casi imposible pasar de una pastoral ordinaria de autopreservación o mantenimiento, a una más misionera que hoy, por las circunstancias en las que se encuentra la fe de nuestro pueblo, es absolutamente necesaria”.
Hablan también de los “muchos cambios” que ya se han dado, como la forma de participación de todos los fieles en la vida parroquial y diocesana, o “los modos y las circunstancias de ejercicio del ministerio sacerdotal”. Aunque “será necesario dar más pasos” porque “está en juego la forma de vida de neustras comunidades parroquiales y, por tanto de nuestra fe”.
Pero lo que la carta pastoral desarrolla ampliamente es la problemática que se sufre en parroquias que se quedan sin sacerdote. Según se lee: “A veces genera malestar en algunas comunidades parroquiales ante decisiones que nos exige el bien pastoral y una más equilibrada distribución del clero, sobre todo en estos momentos en los que los sacerdotes son menos y algunos ancianos”.
Los obispos dicen entender este “malestar”, pero al mismo tiempo les piden “una auténtica comprensión del ministerio ordenado”, y es que “el sacerdote no es propiedad de una comunidad creyente determinada, sino que está en ella como enviado del Señor para ser un servidor”.
Es decir, que un sacerdote no pertenece a una parroquia concreta, sino que está formado para “servir a la Iglesia universal” y su vocación “no tiene fronteras”.
Siguiendo con la argumentación, los obispos de Galicia lamentan que personas poco vinculadas a las parroquias, o directamente sin ninguna relación con ellas, inicien acciones que enfrentan a los fieles. Por ejemplo, recogidas de firmas (y describen, “a veces en un número superior a los miembros de la comunidad parroquial a la que dicen representar”) con el objetivo de “presionar al obispo y obligarle a rectificar un nombramiento pastoral que, antes de hacerse público”, se ha reflexionado y consultado, aseguran.
Y citan también el papel de “algunas autoridades, sobre todo locales” que, “quizá sin pretenderlo, han apoyado o alentado ciertas reivindicaciones del pueblo en asuntos que no son de su competencia, corriendo el riesgo de caer en una demagogia lamentable”. Ante esto, los prelados reclaman una “sana laicidad” en virtud de la cual no debería haber interferencias mutuas entre la Iglesia y el poder político.
La carta pastoral de los obispos continúa con el mismo tema, pero en un siguiente apartado se refiere al punto de vista del sacerdote, y desde ahí enuncia: “Los que ejercemos el ministerio ordenado, sabemos que (…) no somos propietarios de las parroquias, ni de los bienes patrimonales e histórico-artísticos de las mismas”.
Y denuncian que algunos sacerdotes, “al recibir un encargo pastoral, lo asumen como un destino vitalicio”. Algo que quizá “pudo ser habitual” en otras épocas, pero que “no tiene sentido en la actual vida de la Iglesia”.
“El sacerdote no puede pensarse de modo individualista, sino como miembro del Presbiterio diocesano, presidido por su obispo”, y esto afecta también a la custodia de los bienes de la Iglesia, otro asunto delicado en muchas parroquias: “Los fieles cristianos (…) no son propietarios del templo, ni de la casa rectoral, ni de los bienes artísticos y patrimoniales”.
En el escrito se reconoce que sin las comunidades cristianas y los sacerdotes seguramente no se habrían conservado tantos templos y bienes, pero aclara que los fieles son “usufructuarios” de los mismos y el sacerdote es el “administrador nato”. Tampoco el obispo es el propietario, sino que “el propietario es el Pueblo de Dios, la Iglesia Católica entera”, y para tomar cualquier decisión sobre el patrimonio eclesial debe atenerse al Derecho Canónico y consultar a los organismos pertinentes.