Los vertiginosos cambios tecnológicos están transformando el mundo y las relaciones humanas. Un mundo, sin embargo, donde persisten profundas desigualdades que amenazan con dejar a más de la mitad de la humanidad en la cuneta. De ahí que, desde la Iglesia, se apueste por poner a la tecnología al servicio del desarrollo integral del ser humano y a “mantener el sentido de la gratuidad frente a la ambivalencia de la técnica”, según sostuvo Flaminia Giovanelli ayer en la sesión inaugural del XXIV Curso de Doctrina Social de la Iglesia, que se celebra en Madrid hasta el miércoles 13 de septiembre.
En conversación con un grupo periodistas, la subsecretaria del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral reconoció la aportación de la comunidad internacional al desarrollo de la humanidad y a la creciente toma de conciencia a favor de ese desarrollo. “Pero aún queda mucho por hacer”, matizó.
Así, cree que todavía es necesaria una reflexión desde el campo de las nuevas tecnologías pues, a ese respecto, “la idea del ser humano sigue siendo distinta. Porque, como dice el papa Francisco, “no somos Dios y a veces el hombre se siente todopoderoso, porque es el creador de la técnica, y esto hay que tenerlo siempre en mente”, asegura esta laica que lleva 40 años trabajando en el Vaticano y que ya había sido subsecretaria del Pontifico Consejo Justicia y Paz, también bajo las órdenes del cardenal Peter Turkson.
Los misioneros, motores de desarrollo integral
La subsecretaria alabó a los misioneros como auténticas motores para el desarrollo integral de las personas. “La suya es la evangelización, pero también la promoción humana. Lo espiritual no puede ir sin el desarrollo de una vida más digna, donde la persona tenga para comer”. Y puso como ejemplo la labor que están desarrollando en tantos países en vías de desarrollo, en donde la explotación minera está poniendo en peligro no solo el ecosistema, sino también la vida de las propias comunidades. “Ellos, los misioneros, los religiosos y religiosas, se han convertido en los interlocutores, porque de alguna manera los sienten responsables de aquellas personas”.
De cara a la cuarta revolución industrial que se avecina, y que cambiará de manera significativa las relaciones sociales, Giovanelli sostiene que la Iglesia tiene mucho que aportar, pues “es la única instancia que queda para el acompañamiento de la personalidad de los jóvenes, para ayudarles en la capacidad para ser resilientes, para la fortaleza, que es una virtud cristiana que ayuda a que las personas afronten las situaciones difíciles”.
De todas estas cuestiones se está reflexionando en el curso que, bajo el lema La técnica al servicio del desarrollo humano en la perspectiva de Populorum Progressio, han organizado la Comisión Episcopal de Pastoral Social y la Fundación Pablo VI.
El futuro del empleo tras la revolución tecnológica en la que estamos inmersos, el humanismo que nace de un período de postsecularización dominado por la tecnocracia, los desafíos éticos y jurídicos que traen la robótica y los nuevos conocimientos tecnológicos son algunas de las cuestiones que se están analizando y que se pueden seguir también por streaming.