Con el paso de las horas es cuando se está haciendo balance de los innumerables destrozos ocasionados por el huracán Irma en México, Florida o Cuba. En el caso de la Isla, ya se habla de 10 muertos (siete de ellos en La Habana) y una gran cantidad de viviendas e infraestructuras afectadas. No ha sido el caso de muchas de las iglesias del país, protegidas por los fieles como si de sus propios hogares se tratara.
El obispo de Holguín, Emilio Aranguren, ha querido homenajear a las comunidades diocesanas con un cariñoso mensaje en el que reconoce esta implicación: “Ante lo vivido, considero que es bueno destacar la tarea realizada en las comunidades para preservar los templos… Es un signo que expresa que el templo es de la comunidad y que todos sus miembros tienen que cuidarlo y protegerlo, tal como han hecho”.
“En muchas iglesias –abunda Aranguren– no vive el sacerdote y, sin embargo, la comunidad se puso de acuerdo para celebrar la Palabra, comulgar y no dejar la presencia del Santísimo Sacramento”, así como “bajar las imágenes de sus altares, reforzar las puertas y ventanas, buscar a una persona para podar las ramas de los árboles cercanos e, incluso, en los casos en los que las condiciones físicas del edificio lo permitían, brindarlo para acoger a vecinos y, también, a evacuados, como en muchos de ellos se hizo”.
Menos suerte tuvieron en el municipio de Esmeralda, en la provincial de Camagüey, donde más de 7.000 personas tuvieron que ser evacuadas y algunas iglesias quedaron destruidas. En comunicación con Ayuda a la Iglesia Necesitada, el arzobispo local, Wilfredo Pino Estévez, cuenta el panorama que se encontro al llegar a Jiquí: “Fue doloroso ver toda nuestra iglesia en el suelo, con los bancos aplastados y las imágenes destruidas”. Pero, a su vez, también encontró esperanza, encarnada en un matrimonio de la comunidad, Ismaela y Alberto. “Monseñor –le dijo ella–, se cayó la capilla, pero no la Iglesia”.
La Iglesia de Venezuela podría apoyar las elecciones regionales
Continúan los ecos de la entrevista de varios de los obispos de Venezuela con el papa Francisco en Bogotá, en el transcurso de su viaje a Colombia. Entre ellos estuvo el cardenal Jorge Urosa, quien, en declaraciones a Unión Radio y reproducidas por Últimas Noticias, ha querido valorar las elecciones regionales convocadas para el próximo 15 de octubre. “En la medida que haya condiciones claras y garantías seguras –ha recalcado el purpurado–, la Iglesia católica ayudará” para que la convocatoria tenga éxito y, sobre todo, se dé dentro de la deseada normalidad.
Sobre el encuentro con el Pontífice, Urosa destaca que les transmitió su “solidaridad ante la situación que vive Venezuela” y les pidió “seguir colaborando por el pueblo”. Aunque, eso sí, “no nos dio instrucciones” concretas ni ningún método de acción.
El cardenal también cuenta que Francisco ha enviado “varias cartas al presidente, Nicolás Maduro, exhortándolo a corregir la crisis social que asecha al pueblo venezolano”. “La ultima que remitió –reconoce– fue durante las protestas de los últimos meses”.
La Iglesia filipina denuncia a Duterte y a su “Estado killer”
Se acentúa la campaña de denuncia de la Iglesia filipina contra la persecución por parte del Gobierno de Rodrigo Duterte de pequeños comerciantes de droga y drogodependientes, a los que está ajusticiando sin proceso judicial alguno, sembrando el país de sangre.
En declaraciones a Fides, el jesuita Albert Alejo denuncia que “los asesinatos extrajudiciales continúan con un ritmo de unas mil víctimas al mes. Y los primeros que se ven afectado son los pobres. Para comprender la gravedad del fenómeno, basta pensar que, bajo la dictadura de Marcos, uno de los períodos más oscuros de la historia nacional, se producían 250 al año”.
Alejo va más allá y lamenta que “tenemos un presidente killer (asesino), y el Estado se está convirtiendo en un Estado killer. Como cristianos, no podemos quedarnos indiferentes”. “Existe un desprecio total hacia la vida humana –continúa con pesar–. Quienes comenten delitos, quedan impunes; se están destruyendo las reglas elementales del Estado de Derecho y de la democracia”.
También se ha posicionado con rotundidad el cardenal Luis Antonio Tagle, arzobispo de Manila: “El país no puede estar gobernado por la violencia. (…) Con dolor y horror se siguen recibiendo noticias cotidianas de homicidios, en gran parte víctimas de ser sospechosos traficantes de drogas o drogadictos”.
“No podemos permitir –concluye Tagle– que la destrucción de la vida sea algo cotidiano. No se puede gobernar la nación con homicidios, esto no es humano”. De ahí que llame a “un cambio de corazón” a nivel de sociedad, imponiéndose “la inclinación al bien y al amor al prójimo”.