“Estoy consternado por este ataque corbarde”. De esta manera se ha expresado el presidente del Episcopado inglés, Vicent Nichols, tras el atentado sufrido en la estación de metro londinense de Parsons Green.
Además de mostrar su apoyo a las víctimas, ha elogiado la labor de los servicios de emergencia así como la reacción de los ciudadanos que se han volcado para ayudar a la veintena de heridos registrados. “Ellos demuestran todo lo bueno que hay en la humanidad frente a unos pocos que tratan de dividir a nuestra sociedad”, escribe en un comunicado el cardenal arzobispo de Westminster.
Al final de este documento lanza una recomendación para sus vecinos, frente a la tentación de psicosis social que puede propagarse ante los constantes atentados que está sufriendo el país: “Todos debemos estar en alerta, pero manteniendo la calma”.
El “silencio” del cardenal Sarah ante el motu proprio litúrgico
El pasado sábado Francisco daba una nueva vuelta de tuerca en su camino para la descentralización eclesial a través del motu proprio Magnum Principium. A través de esta carta apostólica se otorga a las Conferencia Episcopales un mayor poder sobre las traducciones litúrgicas en sus lenguas locales y reduce el papel de la Santa Sede a la revisión y aprobación definitiva de los textos.
Cuando el sábado se dio a conocer el motu proprio, le acompañaba un artículo explicativo del arzobispo Arthur Roche, secretario del “ministerio” vaticano del Culto Divino, de quien depende directamente este asunto. Faltaba, por tanto, escuchar la voz del cardenal Robert Sarah, que no se ha mostrado especialmente condescendiente con los últimos cambios firmados por el Papa Francisco.
De ahí la expectación que se generó ayer en la Universidad Santo Tomás de Aquino en Roma para escuchar la ponencia del prefecto de la Congregación para el Culto Divino con motivo del décimo aniversario de Summorum Pontificium, el motu proprio de Benedicto XVI que auspiciaba el regreso de las misas en latín. Allí se encontraban en primera fila los cardenales Müller y Burke que tampoco han demostrado tener una especial sintonía con Francisco, por dejarlo caer con diplomacia.
Al motu proprio de su Dicasterio no dedicó ni una línea. Eso sí, reafirmó su particular empeño por restablecer la orientación hacia el Oriente de la eucaristía, dejó claro que en las celebraciones litúrgicas no hay lugar para “la creatividad y la adaptación”, porque según el purpurado guineano “ya ha sido adaptado”.
En esta misma línea, criticó cómo “muchas liturgias no son más que un teatro, una diversión mundana, con mucho ruido, danzas y movimientos corporales que se parecen a nuestras expresiones folclóricas”. Eso sí, sobre el Magnum Principium, ni rastro. Silencio. Ese al que evoca de forma constante.
La iniciativa ecológica de los cristianos franceses: la etiqueta “Iglesia verde”
Se pone en circulación mañana. Se llama “Iglesia verde” y es una etiqueta auspiciada por la Conferencia Episcopal de Francia y la Federación Protestante de Francia. ¿El objetivo? Dar pasos reales hacia esa “conversión ecológica” que se ha convertido en una apuesta ecuménica de las confesiones cristianas.
Esta distinción se otorgará a aquellas parroquias y centros religiosos que lleven a cabo actividades y medidas concretas en la línea de la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco. Con cinco áreas en las que la parroquia ha de comprometerse a trabajar la ecología integral: concienciación, instalaciones, gasto energético de la parroquia, compromiso global y forma de vida de los feligreses.
A través de un eco-diagnóstico de ochenta ítems se evalúa cuál es el grado de “conversión ecológica” de la comunidad, lo que le permite alcanzar o no este particular “certificado”. Bienvenidas sean propuestas como esta que ayudan a visibilizar la que se ha convertido en una prioridad en el diálogo y compromiso entre los cristianos: el cuidado de la casa común.