La refundación anunciada esta misma semana por parte del Papa Francisco del Instituto Juan Pablo II sobre el matrimonio no ha pasado desapercibido para cuantos se dedican a la pastoral familiar. Tanto es así que se multiplican las reflexiones sobre el porqué y la orientación que tendrá ahora este centro de estudios de referencia para toda la Iglesia universal.
Para borrar toda sombra de dudas, además de las aclaraciones ya hechas por el presidente de la Academia Pontificia para la Vida, Vincenzo Paglia, ahora explica con detalle el sentido de esta reforma el rector del instituto, el sacerdote italiano Pierangelo Sequeri. En un artículo de portada de L’Osservatore Romano, el sacerdote explica cómo el centro nació como “academia de referencia para el servicio del Papa y la orientación eclesial”.
Así, reconoce el esfuerzo realizado del Concilio Vaticano II hacia esta parte para profundizar cómo “el matrimonio y la familia son el tema principal sobre el que se sustentan las relaciones entre el Evangelio y la sociedad”. De la misma manera, pone en valor el trabajo realizado por Juan Pablo II a través de la teología del cuerpo –“que ha fijado un punto de no retorno por su sabirduría”-.
“Sin embargo, la realidad cambia. En el momento actual, el amor conyugal, los vínculos y la vida familiar han dejado de ser la única referencia”, tanto es así que reconoce cómo la tecnocracia económica ve a la familia como una desventaja frente al individualismo.
“La Iglesia debe acercarse a la realidad, para comprenderla y acompañarla”, defiende Sequeri, convencido de que se trata de un desafío “exigente”. Ahí es donde radica esta refundación del Juan Pablo II, tomando como anclaje Amoris laetitia, que muestra cómo Jesús de Nazaret proclamó la Palabra de Dios ante “interlocutores imperfectos”, pero hombres y mujeres de carne y hueso, no abstractos. “Basta ya de lamentos”, subraya el sacerdote que plantea que “la gran familia de Dios debe comunicar la alegría de quienes se encuentran con Él”.
Trabajar en red. Una expresión de nuevo cuño, pero con solera en contenido para la Iglesia. Si alguien sabe romper fronteras en lo que a solidaridad se refiere, es la comunidad católica. A la vuelta está el Domund, para corroborarlo. Una inmediatez la de la caridad eclesial, también en los momentos de dificultad.
Como está sucediendo con el terremoto de México. Hoy mismo, la Santa Sede comunicaba que el Papa Francisco envía 150.000 dólares para ayudar a los damnificados, que se une a las donaciones realizadas por las diferentes Cáritas nacionales, así como fondos enviados desde distintas Conferencias Episcopales de América y Europa.
Sudán del Sur el Estado más joven del mundo. Y también uno de los más olvidados, que solo adquiere relevancia cuando las cotidianas crisis políticas y humanitarias que sufren amenazan con rozar la hecatombe. Frente al silencio internacional, los obispos del país han denunciado estos días la “total falta de respeto por la vida humana”.
Los enfrentamientos entre las fuerzas militares oficiales y las guerrillas se acrecientan por momentos. “A pesar de nuestras llamadas a todas las partes, facciones e individuos para frenar la guerra, siguen matando y secuestrando…”, lamentan los prelados en un comunicado en el que además detallan cómo “muchos de los ciudadanos se han visto obligados a huir a países vecinos”.