Cuando el huracán María llegó a Puerto Rico, en la mañana del pasado miércoles 20 de septiembre, las religiosas del sagrado corazón se encontraban en la Casa de Espiritualidad y Formación, a unos 18 kilómetros del municipio de Barranquitas. Allí usualmente ofrecen talleres de crecimiento humano y retiros espirituales a jóvenes y adultos.
“Aún nos falta mucha lluvia, hay inundaciones y la energía eléctrica colapsó en todo el país”, fueron las primeras palabras compartidas por la hermana Carmen Margarita Fagot, directora de la comunidad de Barranquitas, contactada por Vida Nueva a través de WhatsApp. “El internet y el teléfono a ‘raticos’ viene”, agregó.
En las horas que siguieron al paso del huracán María, con vientos de hasta 240 km/h y trombas de agua, se fueron conociendo las dimensiones de su impacto en la isla caribeña, habitada por aproximadamente 3,5 millones de personas. Hasta el momento, las autoridades puertorriqueñas han confirmado 13 víctimas mortales. Dos semanas atrás, el huracán Irma también había azotado a ‘la isla del encanto’.
“En algunos lugares las inundaciones alcanzan los 7 pies de profundidad (2,13 m.), por todas partes hay destrucción, árboles caídos”, escribe la religiosa puertorriqueña, y continúa: “Hay un toque de queda para ver si pueden empezar a recoger escombros y abrir caminos”. “Como siempre, los más pobres son los más afectados, muchos han perdido sus casas”, explicó.
“Tenemos muy poca información porque no hay electricidad en todo el país, sólo hay dos estaciones de radio en pie informando, y la gente que llama a la radio dice que hay devastación en los pueblos del sureste, en el sur y en la zona central que es montañosa (la cordillera Central)”, añade.
La religiosa, quien también coordina la red Amerindia en Puerto Rico y el Caribe, añade que “hay mucha desolación, una integrante de Amerindia en Caguas dice que allá todo parece tierra arrasada”. “Hablan de unos cinco a seis meses para recuperar la energía eléctrica… comienza la lluvia nuevamente”, alcanza a escribir antes de que se perdiera la comunicación.
Las religiosas son conscientes del peligro latente de las inundaciones y de la condición de vulnerabilidad que comparten con el pueblo puertorriqueño: “Nosotras tuvimos que salir, pues íbamos a quedar muy aisladas en Barranquitas, por donde pasó el ojo del huracán”, escribió horas más tarde la hermana Carmen Margarita.
De las tres religiosas del sagrado corazón que se encuentran en Barranquitas, una está cuidando enfermos, otra se encuentra en la casa de mayores de San Juan, y otra más está “echando una mano” a algunos familiares que ya son ancianos.
En Puerto Rico hay casi 1.200 religiosos y religiosas. “Somos unas 80 congregaciones femeninas”, dice la religiosa del sagrado corazón, que entre 2000 y 2004 fue la presidenta de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosos y Religiosas (CLAR). “La Conferencia de Religiosos de Puerto Rico ha motivado a los religiosos a canalizar las ayudas de sus comunidades y colegios hacia Loíza, donde están las Hijas de la Caridad”, mientras que “las parroquias recogen comida y ropa” para auxiliar a los más afectados. Cáritas, por su parte, también colabora en la articulación de acciones solidarias.