América

El itinerario espiritual del Papa





En su visita a Colombia, el Papa nos entregó un mensaje de fe, de amor y de paz, que tocó la mente y el corazón de los millones de personas que lo vieron y lo escucharon.

Su sola presencia física fue para la gente un sacramento de alegría y esperanza. En la historia del país no se registra el caso de otro personaje que haya movilizado los ríos y mares de personas que llenaron las calles y los escenarios de las celebraciones con sentidas demostraciones de alegría y de afecto.

Juan Rubio en La viña devastada afirma que Francisco no es un teólogo sino un pastor. Y así lo vimos: transmitiendo su mensaje con un lenguaje cercano; acogiendo como Jesús a los niños, a los jóvenes, a las personas de la calle, a las víctimas del conflicto y a los pobres. Con su sencillez tocó el corazón de miles de personas.

El Papa convence no sólo con sus enseñanzas sino también con su ejemplo de humildad y comprensión. Para él no son ajenos los sufrimientos y las angustias que padecen los pueblos, como tampoco la situación de los países suramericanos.

“Quise venir, dijo, para decirles que no están solos. Este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz. El trabajo por la paz siempre está abierto, no concede tregua y exige poner en el centro de toda nuestra acción a la persona humana”.

Después de todo, nos queda muy claro que el papa Francisco vino para confirmarnos en la fe y para dejarnos una carta de navegación que nos indique el camino a seguir en los próximos años. En esa carta de navegación puso de presente los principales males que afligen al país y señaló desde el Evangelio los criterios para superarlos.

De hecho, su mensaje se centró en temas como la paz, la reconciliación, la verdad y la justicia, el perdón, el cuidado de la Casa Común, la vida cristiana, la familia, las vocaciones sacerdotales y religiosas.

En la homilía del Parque Simón Bolívar hizo alusión a las densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida, como la injusticia y la inequidad social; el irrespeto por la vida humana que siega la vida de tantos inocentes; las tinieblas de la sed de venganza y del odio; la insensibilidad ante el dolor de las víctimas.

En Villavicencio habló de la reconciliación y de la atención a las víctimas. “Reconciliarse, dijo el Papa, es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar a que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza!”.

En Medellín, como también en el encuentro con los obispos en Bogotá, el papa Francisco habló al oído de los sacerdotes y autoridades religiosas. Recordó cómo, contrariamente a los fariseos de su época, Jesús llevó la ley a su plenitud, lo que exige para nosotros tres actitudes que tenemos que plasmar en nuestra vida de discípulos: ir a lo esencial, renovarnos con sacrificio y valentía, e involucrarnos con arrojo, sabiendo que son muchos los que tienen hambre de Dios. ¿Conclusión?: “manténgase firmes y libres en Cristo, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan; asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, anúncienlo con la mayor alegría”.

En Cartagena, el papa Francisco clamó por el fin de todas las esclavitudes: el narcotráfico y la drogadicción, la prostitución, la tragedia de los emigrantes, la trata de personas.

Refiriéndose al proceso de paz afirmó que “el autor principal, el sujeto histórico es la gente y su cultura. No es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos, o de una minoría ilustrada que se apropie de un sentimiento colectivo”.

“Si Colombia quiere una paz estable y duradera tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto a la naturaleza humana y de sus exigencias”.

Ahora nos queda el reto y la tarea de retomar el mensaje y magisterio del papa Francisco en forma integral y decidirnos a dar, no ya el primer paso, sino todos los que sean necesarios para lograr el país nuevo que todos anhelamos.

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