Piden la palabra. ¿El motivo? Quieren que la Iglesia se atreva a conocerlos, a tocar su realidad. Apenas a un año para la celebración del Sínodo de los Obispos sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, la recién elegida responsable de Pastoral Juvenil Vocacional de CONFER, Maricarmen Álvarez, Hija de la Virgen de los Dolores, charla, Coca-Cola en mano, con cuatro jóvenes sobre los retos que debe afrontar la Iglesia para acercarse a los millennials.
La religiosa lanza una pregunta: “¿Es este acontecimiento un revulsivo en la vida pastoral de la Iglesia?”.
Raquel Lara, responsable de Pastoral Juvenil de la Juventud Obrera Cristiana (JOC), coge el guante: “La convocatoria del Sínodo la resumo en dos palabras: agradecimiento y oportunidad. Agradezco al Papa que ponga a los jóvenes en el centro de las miradas, y me parece una oportunidad porque nos dan un espacio en el que podremos hablar”. No obstante, esta cordobesa de 25 años también es crítica: “Vamos un poco tarde, ahora tenemos una urgencia, aun así, espero que sea un revulsivo”.
Juan Jesús Gutierro, laico de las Hijas de la Virgen de los Dolores, ve en el Sínodo “un espacio de escucha a la realidad juvenil, en un momento en el que la Iglesia se encuentra en una encrucijada: se queda sin jóvenes y algo hay que hacer. ¿Por qué se van? ¿Qué les pasa? ¿Cuáles son sus inquietudes? A todas estas preguntas deben dar respuesta los padres sinodales”. Sin embargo, al joven extremeño de 24 años también le apena que este momento haya llegado “cuando hay necesidad, porque la Iglesia está envejeciendo”.
Por su parte, Sara Muñoz, madrileña de 26 años, trabaja como auxiliar de enfermería en un hospital. Ahora mismo dice encontrarse en búsqueda. Laica lasaliana, acaba de llegar de un proyecto de misión en India con PROYDE, la ONG de desarrollo de los Hermanos de La Salle. Sin borrársele la sonrisa de la boca, afirma ver el Sínodo con “alegría”, porque “los jóvenes estamos continuamente en búsqueda y pedimos a gritos que se nos escuche”.
Por último, interviene José Luis Gallego, el mayor del grupo, con 31 años, aunque considerado también millennial. El orensano, que es salesiano y se está preparando para los votos perpetuos, ve en la convocatoria de este Sínodo un motivo de esperanza, porque “quizá los jóvenes hemos estado un poco olvidados, no se había puesto el foco en nosotros, aun a sabiendas de que hay algo que no funciona, porque no se está consiguiendo llegar a nosotros”. Y, aunque cree que puede ser un estímulo, “tampoco hay que ser ingenuos, porque hay muchos sitios donde este documento irá a una alacena junto a otros documentos anteriores”.
Juan Jesús, doctorando en Filosofía, ve un problema clave en el acompañamiento: el choque generacional. “Generalmente son gente mayor que nosotros y nos movemos en mundos muy distintos. Nosotros estamos inmersos en un mundo diverso, con distintas opciones, orientaciones, religiones…”. Y subraya: “Más que acompañado me siento querido”.
Así, Sara ve fundamental el acompañamiento, “tanto si tienes una fe pobre como plena, porque Jesús nunca estuvo solo y los jóvenes tampoco podemos estarlo”. En la misma línea se expresa José Luis, porque “ser cristiano no es algo que se pueda, o al menos se deba, vivir solo”. Él, por su realidad, sí que tiene de alguna manera asegurado ese acompañamiento, pero “no significa que yo haya hecho un discernimiento y ya está”. Y continúa: “Ese discernimiento era de grano grueso, pero ahora queda lo más complicado: el de grano fino. Ya soy hermano, pero ¿para quién? ¿Dónde? ¿Cómo?”.
Maricarmen interrumpe la conversación y aclara: “Es que el discernimiento es eso, buscar a la luz de la fe, cómo anunciar más y mejor el Evangelio desde las elecciones fundamentales que hacemos”. “No puede ser una práctica a la que acudo en un momento dado, sino una actitud vital de todo cristiano. No es exclusivo de los que nos hemos planteado la Vida Religiosa”, continúa.
Cambio de tercio y pregunta de la religiosa para la reflexión: “¿Camina la Iglesia con los jóvenes?”. Raquel lo tiene claro y lo ejemplifica: “La relación de los jóvenes con la Iglesia es como la que tiene un hijo con sus padres”. Y lo explica: “A mis padres hay decisiones mías que no les gustan, pero me quieren y apuestan por mí. Yo también creo en ellos, pero no estoy de acuerdo en muchas cosas. Esa es la relación de acompañamiento que debe existir entre la Iglesia y los jóvenes, porque creemos en un mismo proyecto”.
En este mismo sentido, Juan Jesús comenta que “la Iglesia tiene que abandonar la imagen que tiene de los jóvenes y abrirse a conocernos, porque se ama lo que se conoce”.
Y Sara apostilla: “Es muy importante que nos digan: os escuchamos. Muchos jóvenes no saben que hay alguien dispuesto a escucharles”. José Luis remata la conversación para dejar claro que estamos en otro momento y, “aunque las personas auténticas siguen enganchando, los espacios han cambiado. A lo mejor ya no tenemos 10 años en el colegio para caminar con ellos, ahora disponemos de un fin de semana, por eso se necesita una buena preparación pastoral”.