El papa Francisco ha continuado hoy, domingo 1 de octubre, con su viaje por Casena y Bolonia, en un encuentro en la catedral boloñesa con sacerdotes, representantes de los diferentes institutos de vida religiosa y diáconos permanentes acompañados por sus mujeres.
El Pontífice, respondiendo a sus preguntas, les ha invitado a vivir intensamente la comunión en la “diocesanidad” y a “huir del clericalismo, como de una plaga”. Ante las cifras de vocaciones, les ha pedido que destierren toda “mentalidad de supervivencia”, como quien “espera el coche fúnebre” que lleva al pesimismo de quien deposita sus seguridades en el dinero y, por tanto, “en la falta de pobreza”, sobre la que ha pedido hacer un “profundo examen de conciencia”.
A todos los agentes de pastoral les ha pedido Bergoglio el favor de que mediten “los últimos tres números de la Evangeli Nuntiandi, que está muy vigente, que tratan sobre el retrato del evangelizador”. En su despedida, ha invitado a hacer frente con el testimonio “a la mundanalidad espiritual”. Concluido el encuentro, ha venerado las reliquias de santo Domingo de Guzmán, en la basílica de los dominicos.
“No tengáis miedo de la unidad”
“No podía venir a Bolonia sin encontrarme con el mundo universitario”, ha dicho Francisco ante la comunidad académica de la ciudad universitaria italiana por antonomasia, la Alma Mater Studiorum. El Papa ha recordado la tradición de casi 2.000 años de la ciudad siendo el “laboratorio de humanismo” que supone la universitas latina, que invita a “elevar el ánimo al conocimiento” y a “desarrollar la investigación juntos, estimulando y competiendo los bienes e intereses comunes”, puesto que busca “incluir y no excluir”.
Francisco ha subrayado el papel de santo Domingo y los orígenes en torno a los estudios de Derecho. Por ello, en su discurso, el Papa ha señalado tres derechos importantes: el “derecho a la cultura”, que significa “tutelar la sabiduría, es decir, el saber humano y humanizador”; el “derecho a la esperanza”, de quien “trabaja por un futuro mejor, donde se enseña a ser responsable de sí mismo y del mundo”, también en el cuidado del medio ambiente; y el “derecho a la paz”, como un “deber inscrito en el corazón de la humanidad” y que reclama la unidad.
“¡No tengáis miedo de la unidad! Las lógicas particulares y nacionales no puede hacer desaparecer los sueños valientes de los fundadores de la Europa unida”, ha clamado el Papa, que condenó severamente la violencia.
Arrepentirse y levantarse
La jornada se cerró con la misa en el estadio local, el Renato Dall’Ara. Ante la Virgen de San Lucas, patrona de la ciudad, el Pontífice ha clausurado, además, el Congreso Eucarístico y la Primera Semana Italiana dedicada a la Biblia.
El Papa ha reflexionado a partir del texto evangélico del día, en el que el padre pide a dos hijos que vaya a trabajar a su viña y uno va tras decirle que no iría, mientras que el otro dice que irá y no va. “Jesús, con esta parábola, pone dos caminos por delante de nosotros, que (lo experimentamos) no siempre estamos dispuestos a decir sí con palabras y obras, porque somos pecadores”, ha señaldo.
Para Francisco, “podemos elegir ser pecadores en el camino, que están escuchando al Señor y cuando caen se arrepienten y se levantan, como el primer hijo; o pecadores que permaneces sentados, listos para justificar siempre y solo con palabras según lo que les conviene”, sentenció refiriéndose a los jefes religiosos, “intelectuales de la religión”, que Jesús sitúa en el contexto de la parábola.
El mensaje, para Bergoglio, es que la vida cristiana no se hace en un “escritorio, científicamente construida”. “La vida cristiana es un camino humilde de una conciencia nunca rígida y siempre en relación con Dios, que sabe cómo arrepentirse y confiar en él, en su pobreza”; lo que se opone a “la hipocresía, la duplicidad de vida, el clericalismo al que se une el legalismo, el desapego de las personas” de la parábola. La oposición a ser un “pecador hipócrita” es el “arrepentimiento” de “un corazón que se mueve con el Señor, lucha todos los días, se arrepiente y vuelven a Él”.
En este sentido, Francisco ha recomendado tres “P”: la Palabra de Dios, que es “brújula para caminar humildemente, para no perder el camino de Dios y caer en mundanalidad”; el “Pan de la eucaristía”, del que nace la Iglesia; y los “pobres”, en los que “encontramos a Jesús”.
“Si compartimos el pan del cielo, ¿cómo no compartir el pan de la tierra?”, se ha despedido Francisco citando al cardenal Lercaro de Bolonia.