Judíos, musulmanes y cristianos han hecho un frente de paz en Israel. Así lo explica el obispo auxiliar y vicario patriarcal de Israel, Giacinto-Boulos Marcuzzo (Italia, 1945). El prelado recibe a Vida Nueva en la sede del Patriarcado Latino de Jerusalén. En torno a un café, habla sin tapujos sobre el conflicto entre Israel y Palestina: “La solución pasa por la creación de dos estados, como establece la resolución de Naciones Unidas de 1947”.
PREGUNTA.- Las religiones son sinónimo de paz. En Israel conviven las tres grandes confesiones monoteístas. ¿Por qué el mundo tiene la impresión de que Oriente Medio es un polvorín en el que las religiones son fuente de conflicto?
RESPUESTA.- La Iglesia cree que cualquier religión es sinónimo de paz. No puede existir una religión de violencia y de guerra. Desde mi experiencia, puedo decir que nunca he visto una guerra o un conflicto entre religiones, pero sí que hay conflictos que se esconden bajo la excusa de la religión y la instrumentalizan. Sin embargo, la realidad es que detrás de ello hay otros intereses, ya sean comerciales, personales, políticos… En definitiva, motivos que se visten con la fuerza de la religión. Nosotros remarcamos siempre la visión de la Iglesia, como dice el Papa: “La religión siempre debe estar orientada hacia Dios, hacia la bondad, el amor y la paz entre los hombres”. Por eso es necesario no mezclar religión y política, así como lo es no meterla en el mismo saco. Estamos en contra de que se meta a Dios en la confrontación con otros hermanos. Nuestro Dios es un dios de vida. Todas las religiones monoteístas creemos en la vida, ese es nuestro principal valor. Así, es necesario transmitir que, en Israel, judíos, musulmanes y cristianos hemos hecho una especie de frente contra la cultura de la muerte.
La solución de los dos estados
P.- Parece que ahora las relaciones entre Israel y Palestina son de tensa calma. ¿La paz en la región pasa por el reconocimiento del estado palestino?
R.- La posición y la experiencia de la Iglesia es que la paz pasa por el reconocimiento de los derechos de todos los pueblos y de todas las personas. En otras palabras, la solución pasa por la creación de dos estados, como establece la resolución de Naciones Unidas de 1947. Dos pueblos soberanos y libres en el mismo territorio, con relaciones abiertas. En Tierra Santa, en la que se encuentra Israel, Palestina y Jordania, deben vivir soberanos, libres e independientes, pero también unidos entre ellos. Una unión por el bien de los intereses de paz de los tres pueblos, así como para garantizar la seguridad de los peregrinos y de los ciudadanos locales. Esto nos recuerda que la paz, según dice Juan XXIII en su encíclica Pacem in terris, está cimentada sobre unas bases sin las que no se puede esperar que esta exista: verdad, justicia y fraternidad entre todos los hombres. Esto es lo que tanto nos hace falta hoy en día. Es necesario para los israelíes vivir en paz con Palestina, así como para los palestinos hacerlo con Israel.
Puente entre judíos y musulmanes
P.- Francisco ha dado mucha importancia durante su pontificado al ecumenismo y al diálogo interreligioso. ¿Cómo lo viven en Tierra Santa?
R.- En relación al ecumenismo, en los últimos años, sobre todo después del Concilio Vaticano II y de un sínodo diocesano, hemos dado muchos pasos juntos. Se respeta la particularidad litúrgica de cada Iglesia, pero al mismo tiempo todo aquello que hay en común se hace y se decide en común. Tenemos aún mucho camino por recorrer, pero el Señor nos ha dado la gracia de tener un buen margen para compartir y colaborar entre nosotros. Desde el punto de vista del diálogo interreligioso, tenemos una gran relación con las otras confesiones. Con nuestros hermanos mayores, los judíos, un diálogo más teológico, y con nuestros hermanos musulmanes un diálogo más social. En el fondo, somos el mismo pueblo. Precisamente por tener tanto en común con ambos, podemos ejercer de puente entre ellos, y creemos que esa es nuestra misión.
Minoría cristiana
P.- ¿Es difícil ser cristiano hoy en Tierra Santa?
R.- Convivir con los otros es siempre difícil, con independencia de dónde nos encontremos. Sin embargo, quien vive en Oriente Medio tiene que saber convivir con los demás. Es decir, mantener las puertas siempre abiertas, saber construir puentes… Los cristianos somos una minoría, y no tenemos el menor interés en encerrar a nadie en un gueto. Tenemos que saber ser leales a nuestra Iglesia, a nuestra fe y a nuestra tradición cristiana, al mismo tiempo que estamos abiertos al diálogo y a la colaboración con los demás. No es fácil, pero creo firmemente que debemos aprender de la historia, de la experiencia del pasado y continuar en este camino de apertura a los otros.
P.- ¿Se sienten los cristianos de Tierra Santa apoyados por el resto de la Iglesia?
R.- Muchas veces existe la tentación de sentirse solos, olvidados. Pero eso no es cierto. Todos los cristianos del mundo aman Tierra Santa, oran por ella, la ayudan y vienen a visitarla. Desde un punto de vista espiritual, Tierra Santa es el hogar de todos los cristianos. Es la tierra de Jesús. Nosotros reconocemos la solidaridad de la Iglesia universal hacia Tierra Santa. Durante siglos, muchas asociaciones han trabajado para que haya un futuro y una presencia cristiana en Tierra Santa. Y es que el problema real es que la gran emigración que vivimos puede abocar en que Tierra Santa se vacie de cristianos. Por eso, uno de los principales objetivos de nuestra pastoral es que haya siempre una floreciente presencia cristiana, que junto a hebreos y musulmanes lleven adelante un mensaje de paz y caridad.
P.- Francisco peregrinó en 2014 a la tierra de Jesús. ¿Cuál es el legado que le ha dejado a los cristianos del lugar?
R.- Es el pastor de una Iglesia verdadera, pobre, pura y sincera. Es decir, una Iglesia que trabaja por y para las personas, que es auténtica en su misión. Es un pastor que está intentando volver a lo esencial: el Evangelio.