Gabón lleva más de un año sumida en una catarsis que la paraliza. Concretamente desde la noche del 27 de agosto de 2016, cuando el presidente, Alí Bongo, se impuso en las elecciones generales por un estrecho margen (apenas 5.000 votos) al líder opositor, Jean Ping, que denunció haber sido víctima de un “fraude”.
Cuando los seguidores de Ping se echaron a la calle para exigir conocer la verdad (argumentando que los propios observadores de la ONU manifestaban sospechas de la veracidad del recuento), la respuesta del Ejecutivo fue letal, imperando el caos y violencia generalizada, con decenas de muertos, heridos, desaparecidos y detenidos. Incluso la sede del Parlamento fue incendiada.
Tras los continuos llamamientos de destacados colectivos del país a la acción de la comunidad internacional, el Parlamento Europeo aprobó días atrás una propuesta de resolución sobre “la represión de la oposición en Gabón” en la que, entre otras cosas, se denuncia que, “aunque la situación de seguridad se ha estabilizado en gran medida, persisten grandes tensiones políticas y sociales en todo el país, agravadas por la mala situación económica”.
De hecho, además de constatar cómo la oposición ni siquiera puede opinar en medios públicos y privados, se denuncia que a Ping incluso se la ha impedido salir del país. Así, se llama a la celebración de unas “elecciones pacíficas, libres y justas” como clave para la salida de la crisis, lamentándose que la convocatoria electoral se ha retrasado dos veces y sin una justificación aparente, estando previstas para abril de 2018, “rebasando el plazo constitucional”.
Una minoría aún se moviliza
Para conocer la situación real de la población, Vida Nueva ha podido contactar con una fuente interna que solicita permanecer en el anonimato por motivos de seguridad. Esta fuente apunta que “representantes de la sociedad civil, pocos pero muy valientes, continúan su lucha para que no se olvide lo que ocurrió hace un año y se movilizan para que gobierne quien en verdad ganó las elecciones, Jean Ping”.
“Mientras tanto –lamenta–, la realidad de Gabón no ha hecho más que empeorar. La gente ve cómo se van las empresas extranjeras, quiebran las nacionales y se van quedando sin trabajo”. A nivel político, “se han ido recortando los derechos sociales y cada vez hay más restricción para manifestarse en la calle. También aumentan las detenciones sin razón que las justifique y los nombramientos en puestos oficiales reservados solo a la gente de confianza. De hecho, la Administración está paralizada desde hace meses”.
Sobre la sombra de esa noche electoral y la oleada de violencia que se desató, esta fuente critica que “el cinismo político es impresionante. Nunca se reconoció que hubiera más de tres muertos en los días de protestas…, pero incluso se han descubierto fosas comunes. Y hay gente que ha manifestado públicamente haber colaborado a ello. Yo misma asistí a tres familias afectadas y escuché el testimonio de gente que estaba aquella noche en la sede del partido de la oposición. Entraron mercenarios extranjeros ejecutando a muchas personas. Se llevaron los cuerpos y solo dejaron entrar a los militares gaboneses a la mañana siguiente. Allí encontraron a muchos heridos, a los que trasladaron a las clínicas privadas por miedo a que en el hospital público fueran identificadas y se tomaran represalias contra ellas. Tampoco se admitió que más de una decena de detenidos, entre ellos algunos menores, fallecieron aquella noche”.