“Un regalo para compartir”. Así define M. Sacramento Calderón, superiora general del Instituto Calasancio de las Hijas de la Divina Pastora, la santidad del P. Faustino Míguez. Y ese regalo lo comparten con ‘Fidelidad en el Amor’, como reza el lema de la canonización, porque esa fidelidad “es llamada constante a renovar nuestro corazón para permanecer arraigados en Él y desarraigados de todo aquello que nos acomoda”, dice la religiosa.
PREGUNTA.- Tantos años hablando del P. Faustino a secas, ¿no le suena raro san Faustino?
RESPUESTA.- Quizás al principio nos pueda resultar un poco raro. Pero tengo la impresión de que nos vamos a acostumbrar pronto, porque poder decir “san Faustino” ha sido uno de los anhelos que todos los que nos sentimos atraídos e identificados por el carisma del P. Faustino hemos guardado en nuestros corazones. Y porque nos llena de gozo saber que en él la Iglesia proclama que el mejor adorno de su casa es la santidad de vida. Además, decir “san Faustino” nos remueve e interpela. Nos suena a dar primacía a Dios, a dejarle acontecer en la vida, a solidaridad evangélica, a realidad samaritana, a proximidad a los demás, en especial a los niños y jóvenes, a la mujer marginada. ¡Son las claves que definen su santidad! Como Instituto, sabemos que en san Faustino el Señor nos regala la santidad de un gran hombre de Dios, y nos propone su itinerario espiritual como caminar creyente. San Faustino es el nuevo santo que la Iglesia nos ofrece a todos. Y nos alegra, porque así son más los que pueden gozar de su carisma. Y en nuestro mundo, muchos necesitan ser buscados y acompañados en su camino hacia la felicidad, que es el sueño de Dios y que el P. Faustino hizo suyo.
P.- ¿Canonizar a un sacerdote que se definía “del pueblo y para el pueblo” corre el riesgo de alejarlo en un pedestal?
R.- Creo que no vamos a correr ese riesgo. Porque si así ocurriera se perdería lo más genuino de su realidad personal y espiritual. San Faustino no fue un hombre al que para acercarse había que subir peldaños. Su santidad está tejida de la sencillez de lo cotidiano; de pasión por la noble tarea de la educación desde la Piedad y las Letras, como escolapio; de mirada creyente a la niñez y juventud femenina; de mirada samaritana al que sufre el dolor físico y moral; de pequeños gestos en el día a día, hechos desde el Amor. Un camino de santidad en el que el único secreto está en hacer bien y por amor lo que hay que hacer en cada momento. Por ello, mirar a san Faustino, nos hace más asequible nuestra respuesta a la santidad y nos señala la senda por la que transitar hacia ella.
P.- El lema para la canonización es ‘Fidelidad en el Amor’. ¿El concepto de fidelidad está pasado? ¿O quizá hay que interpretarla a la manera del Papa, que asegura que “la fidelidad es cambio”?
R.- Decimos que el P. Faustino fue fiel en el Amor porque supo permanecer en el sí dado a Dios y abierto a la realidad; porque supo hacer una lectura atenta de los signos de los tiempos y dar una respuesta creativa, desde el Espíritu, a la situación de marginación educativa. Creo que el concepto de fidelidad está de plena actualidad, para todos los seres humanos, para los creyentes y, sobre todo, para nosotras, Religiosas Calasancias, llamadas a vivir hoy el don carismático recibido. La afirmación de Francisco, “la fidelidad es cambio” encierra, sobre todo, una llamada a ser creativamente fieles, para responder a los retos que nos presenta la realidad de hoy, como el P. Faustino supo hacerlo. Es importante caer en la cuenta de que la fidelidad no es permanencia y cuidado, sin más, de lo seguro, de lo de siempre, del pasado, de las formas externas. Ser creativamente fieles nos exige una gran experiencia de Dios y una pasión renovada cada día por Jesucristo. También audacia y dinamismo evangelizador. Y supone, como hizo el P. Faustino, dirigir nuestra mirada hacia adelante y a la realidad que nos rodea, para dejarnos interpelar por ella. Fidelidad en el Amor, es llamada constante a renovar nuestro corazón para permanecer arraigados en Él y desarraigados de todo aquello que nos acomoda. Es permanecer abiertos a la creatividad del Espíritu que nos impulsa a nuevos caminos y a nuevas formas de presencia evangelizadora.
P.- La canonización se celebra en el marco de los 400 años de la fundación de la primera Escuela Pía y del 250º aniversario de que José de Calasanz subiera a los altares. No es un legado pequeño el que recibe la familia calasancia hoy…
R.- Desde el Instituto queremos vivir como un “kairós” este año jubilar. Es un tiempo que nos da la oportunidad de mirar y contemplar a dos hombres que pasaron por la vida haciendo el bien, san José de Calasanz y san Faustino. Ellos nos ofrecen el mejor y único secreto que tienen: la centralidad de Dios en su vida y su adhesión incondicional a Jesucristo, que se transforma en ellos en pasión por los pequeños, por los que no cuentan, por los preferidos de Dios. Como Familia Calasancia, somos herederos de un gran legado que no es para guardar, sino que recibimos para actualizar, para entregar y multiplicar, porque no es nuestro.
P.- El P. Faustino defendió la dignidad de la niña y la mujer a finales del siglo XIX. ¿Cómo se traduce la defensa de este derecho a la realidad actual?
R.- Él se sientió interpelado por la situación de las niñas que no tienen una sólida educación; por la mujer, a la que reconoce su importancia en la familia y en la sociedad. Aunque la lucha por los derechos de la mujer nos parezca una conquista de hoy, hubo un hombre que hace 132 años luchó por ello. Y este hombre intuyó que necesitaba de alguien que, al estilo del Buen Pastor, le guiara por el camino de la promoción humano-cristiana. Nace así nuestro Instituto. Hoy, nos sentimos interpeladas por la realidad de marginación de las mujeres en muchos lugares. Y desde nuestra fragilidad queremos ser, en medio de ellas y con ellas, presencia sencilla, mediación desde la que puedan descubrir que el Reino de Dios acontece en su situación personal. Junto con la educación integral en los centros, abordamos proyectos de promociónde mujeres. Estamos convencidas que nuestra respuesta en el siglo XXI, ha de surgir de la lectura creyente de los nuevos escenarios que están apareciendo en la sociedad.