El Papa Francisco ha canonizado hoy en la Plaza de San Pedro al escolapio gallego Faustino Míguez, fundador del Instituto Calasancio Hijas de la Divina Pastora, congregación religiosa femenina presente en cuatro continentes dedicada a la evangelización a través de la educación de niños y jóvenes a través de 31 colegios y de la promoción de la mujer con otras tantas obras sociales.
A las 10:36, el Santo Padre pronunciaba la fórmula de canonización que fue seguida de una cerrada ovación. De esta manera se reconoce la santidad de este sacerdote español que nació en Xamirás, una aldea de Acebedo del Río, Celanova, en la provincia de Orense, el 24 de marzo de 1831. Científico y pedagogo reconocido, en 1885 fundó la congregación en Sanlúcar de Barrameda tras descubrir que las niñas de la localidad gaditana no tenían acceso a la escuela. El padre Faustino Míguez fallece en Getafe el 8 de marzo de 1925 a los 94 años de edad. El 25 de octubre de 1998 fue beatificado por Juan Pablo II.
“Los santos hoy canonizados nos señalan este camino. Ellos no han dicho ‘sí’al amor con palabras por un poco de tiempo, sino con la vida y hasta el final”, destacó el Papa durante la homilía, destacando de ellos que “su vestido cotidiano ha sido el amor de Jesús, ese amor de locura con que nos ha amado hasta el extremo, que ha dado su perdón y sus vestiduras a quien lo estaba crucificando”.
Desde esta mirada, el Santo Padre invitó a los fieles que llenaban la plaza a comprender su vida cristiana como “una historia de amor con Dios”, donde nadie tiene una “invitación en exclusiva”. Así, se sirvió de la parábola evangélica del banquete de bodas, para recordar que Dios “no resigna, sino que sigue invitando. Frente a los ‘no’, no da un portazo sino que incluye aún a más personas”.
Con la cercanía a la que acostumbra el Papa argentino, hizo referencia a no responder a esta invitación: “Se prefiere apoltronarse en el sillón de las ganancias, de los placeres, de algún hobby que dé un poco de alegría, pero así se envejece rápido y mal, porque se envejece por dentro; cuando el corazón se dilata se cierra”.
Frente a ello, Jorge Mario Bergoglio llamó a todos a revestirse del “hábito del amor”, e imploró a Dios “por la intercesión de esto santos hermanos y hermanas nuestros, la gracia de elegir y llevar cada día este vestido, y de mantenerlo limpio”.
Ceremonia con sabor gallego
A San Faustino Míguez le acompañaron en la plaza más de 1.500 peregrinos de la familia calasancia llegados de los diez países en los que las Hijas de la Divina Pastora están presentes. El cardenal arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, encabezó la delegación eclesial española, al que acompañaron otros quince prelados ligados a la familia calasancia, entre ellos, el obispo de Getafe, Joaquín López de Andújar, y el obispo de Ourense, Leonardo Lemos.
Durante la ceremonia, la familia de la chilena Verónica Stoberg, por cuyo milagro el sacerdote español ha subido a los altares, entregó al Papa la reliquia de San Faustino. Madre Julia García Monge, que hasta hace unos meses ha sido secretaria general de CONFER, leyó la primera lectura, mientras que Otras dos religiosas calasancias –una española y otra india- participaron en las ofrendas.
Además, en representación de España y de la familia calasancia, la Real Banda de Gaitas de la Diputación de Ourense irrumpió al finalizar de la eucaristía en medio de una gran expectación de los congregados en San Pedro. Los gaiteros estrenaron para la ocasión dos piezas en exclusiva para: la marcha procesional de San Faustino Míguez y la Muñeira del Papa Francisco
La Iglesia reconoce la santidad de este gallego incansable cuando la Familia Calasancia –integrada por una decena de congregaciones- celebra un Año Jubilar con motivo del 400 aniversario de la fundación de la Orden de las Escuelas Pías y cuando se cumplen 250 años desde que San José de Calasanz subiera a los altares.
35 nuevos santos
Junto a Faustino Míguez, el papa Francisco ha canonizado a los adolescentes mexicanos Cristóbal, Antonio y Juan, los conocidos como mártires de Tlaxcala, que fueron asesinados en México en 1529, siendo los “protomártires de México y de todo el continente americano”; un grupo de misioneros de Brasil que fueron martirizados en 1645 en la región del Río Grand, los sacerdotes Andrés de Soveral y Ambrosio Francisco Ferro, el laico Mateo Moreira y veintisiete compañeros más; el capuchino italiano Ángel de Acri (1669-1739), que fue un conocido predicador que ha dejado una profunda huella en toda Italia.