En la mañana de hoy lunes 16 de octubre, Francisco ha visitado la sede romana de la FAO (la organización de las Naciones Unidas para la Alimentación), con motivo del Día Mundial de la Alimentación.
Allí ha recordado que este organismo se fundó en tiempos de la II Guerra Mundial y ha asegurado que “la realidad actual reclama una mayor responsabilidad a todos los niveles (…) para garantizar el derecho de todo ser humano a alimentarse según sus propias necesidades”.
El Papa ha reconocido que es un objetivo muy grande, y que lo que está en juego es la credibilidad de todo el sistema de relaciones internacionales: “Las relaciones internacionales dan respuesta a las expectativas de la familia humana también con la ciencia o la técnica (…). Sin embargo, no consiguen eliminar la exclusión de gran parte de la población mundial”. Por eso ha pedido a todos los países que “valoren la puesta de la tecnología al servicio del control del hambre y de las migraciones forzosas, un camino muy importante a recorrer”.
Migraciones masivas y cambio climático
Después, Francisco ha querido hablar de las migraciones masivas, para las que encuentra dos motivos principales: los conflictos y el cambio climático: “¿De qué sirve denunciar que los conflictos causen hambre y desnutrición a millones de personas, si no se actúa con eficacia en pos de la paz?”. En este sentido, ha exhortado a todos los países a colaborar para poner fin a los conflictos “que se podrían haber evitado o al menos detenido”.
En cuanto al cambio climático, reconoce que parece haber un esfuerzo internacional por controlarlo mediante tratados como el Acuerdo de París, “del que tristemente algunos se están alejando”, ha lamentado, en referencia a países como Estados Unidos.
El Pontífice ha reclamado también que se trabaje con los recursos del planeta con el objetivo de ayudar y ocuparse de los demás, dejando de lado la especulación “que mide los recursos en función de los beneficios y no de las necesidades de las personas”.
A los organismos internacionales Francisco les ha animado a que “introduzcan en el lenguaje de la cooperación internacional la palabra Amor (…). Amar a los hermanos sin ser correspondidos es un principio evangélico que debe basar la cooperación internacional y humanitaria”. Y ha pedido a los Estados que dejen de centrarse en relaciones bilaterales que buscan acuerdo entre dos países y “se centren en las relaciones multilaterales, que son las que enriquecen a todos y pueden generar unión y diálogo, no exclusión ni vulnerabilidad”, algo que debería tener en cuenta al elaborar el Pacto Mundial para la migración segura, que corre a cargo de la ONU.
Una cuestión de justicia
Por último, ha recordado que las necesidades de los pobres y hambrientos “no son una llamada de emergencia, sino una cuestión de justicia, por lo que es necesario el diálogo a todos los niveles para encontrar mejores soluciones y madure un nuevo tipo de relaciones internacionales basado en la solidaridad”.
Sin embargo, ha reclamado mayor responsabilidad a los gobiernos, que se desentienden ante las organizaciones caritativas: “Los muchos proyectos dignos de alabanza que hay en marcha no bastan, se necesitan reformas estructurales. (…) Si el objetivo es una agricultura diversificada, no es lícito expropiar tierras cultivables a la población”.
Por último, el Papa ha pedido un uso responsable de los recursos: “Es necesario alejar la tentación de actuar en favor de grupos reducidos de la población, como también de utilizar las ayudas externas de modo inadecuado, favoreciendo la corrupción”.