Este miércoles 18 de octubre, la parroquia madrileña de San Francisco Javier acoge una Jornada de Sensibilización Contra la Trata de Personas. Bajo el lema ‘El negocio de la trata y esclavitud de menores en España’, organiza el acto el Grupo Intereclesial sobre Trata, compuesto por Cáritas Española, la Fundación Amaranta, CONFER, la Fundación Cruz Blanca y Justicia y Paz. Además, cuenta con el apoyo de la Sección de Trata, de la Comisión Episcopal de Migraciones de la CEE.
Tras una breve oración inicial, habrá una mesa redonda con Isabel Lázaro (Universidad Pontificia Comillas), Neus Prats (Fundación Cruz Blanca) y Marta Vara (Fundación Jóvenes y Desarrollo, de Sierra Leona). Moderará en coloquio la docente de la Universidad Pontificia de Salamanca, María Teresa Compte Grau.
En esta entrevista con Vida Nueva, Compte Grau denuncia que el de la trata es “un atentado contra los derechos humanos y un delito tipificado como tal que, pese al número de víctimas a lo largo y ancho del mundo, así como al volumen de negocio generado anualmente, sigue siendo muy desconocido”. También, en parte, en la Iglesia.
PREGUNTA.- Más allá de la acción clave de varias comunidades religiosas que han hecho de la lucha contra parte esencial de su carisma y del ímpetu del papa Francisco contra este drama, ¿considera que, a un nivel global, la Iglesia está comprometida contra el fenómeno de la trata? ¿Clama lo suficientemente alto?
RESPUESTA.- La Santa Sede lleva tiempo denunciando este horror. Primero fue Benedicto XVI y después, y de manera muy insistente, Francisco, pero la sensibilización dirigida al seno de las comunidades católicos es insuficiente. Esto hace que, de manera paradójica, sean los laicos los que con toda seguridad están menos informados y, por lo tanto, sean menos conscientes de alcance y de la gravedad de este atentado contra la dignidad humana.
Sensibilización en el interior de la Iglesia
P.- ¿Cree que esta cuestión u otras relativas a la dignidad de la mujer, como la prostitución o la violencia de género, son prioritarias en las homilías de nuestros sacerdotes y obispos?
R.- No se trata de lo que yo crea o deje de creer. La cuestión es más sencilla y evidente. Las cuestiones citadas (trata, violencia contra la mujer o prostitución, que es otra forma de violencia contra la mujer) no son objeto de homilías o cartas pastorales. Esto debiera cambiar, porque se trata de atentados gravísimos contra la dignidad, la indemnidad y la libertad de millones de mujeres, aunque no solo, ni exclusivamente, así como de hombres y menores de ambos sexos. La sensibilización hacia el interior de nuestra Iglesia es una tarea que debe acometerse con urgencia.
P.- ¿Y los cristianos de a pie, denuncian más que la media general este tipo de situaciones de vulneración de los derechos de la mujer?
R.- Confieso que no puedo responder afirmativa o negativamente a esta pregunta. No conozco si existen estudios estadísticos al respecto para dar una respuesta precisa. Lo que sí sé es que cualquier atentado grave contra la dignidad, la libertad y la integridad del ser humano que genere una situación traumática debe ser asumido como una opción fundamental por parte de la comunidad eclesial. La Iglesia debe estar con las víctimas.
Un trabajo en red
P.- ¿En qué modo concreto se puede comprometer la Iglesia, con estructuras fuertemente arraigadas en medio mundo, en la lucha contra este drama?
R.- Hay órdenes y congregaciones religiosas, especialmente de mujeres, que llevan siglos comprometidas con las víctimas de la esclavitud, la prostitución y la trata. Su trabajo es más que encomiable y fructífero. La Santa Sede ha constituido el Grupo de Santa Marta, que, a nivel internacional, busca la cooperación con fuerzas policiales y organismos internacionales en la lucha contra la trata de seres humanos. En el seno de la Iglesia en España hay varias iniciativas que están trabajando sobre la base de la cooperación. La Comisión Episcopal de Migraciones cuenta con una Sección de Trata dirigida por Mari Fran Sánchez. Así mismo, existe un Grupo Intereclesial sobre Trata y un Grupo de Coordinadores Diocesanos a los que cada día se incorporan más diócesis, junto a un Foro de Trata que se ha creado en el seno de la Subcomisión Episcopal de Trata. Ahora se trata de que más laicos se sumen a esta lucha y se conviertan en agentes de sensibilización hacia el interior de la Iglesia y, ¡cómo no! hacia la sociedad.