Dentro del ciclo “Pensar América, Pensar España” de la Casa de América de Madrid, el experto en comunicación política de la de la Universidad Camilo José Cela Jorge Santiago Barnés ha moderado una mesa redonda sobre ‘Religión y política, el crecimiento de las iglesias evangélicas en América Latina’.
Dos expertos analizaron el fuerte crecimiento del protestantismo desde la década de los 70 en diferentes países de América Latina y como las iglesias de la reforma se fueron consolidando en la esfera pública, tanto en los medios de comunicación como en la vida política, a través de los cargos en parlamentos o ayuntamientos.
El pastor metodista Hélerson da Silva, profesor del Centro de Ciências Humanas e Sociais Aplicadas Pontifícia Universidade Católica de Campinas (Brasil), presentó los datos recopilados para su tesis doctoral sobre el aumento exponencial en las cifras de los diputados evangélicos en 18 países de América Latina. Este crecimiento de los cargos electos responde al traslado a la esfera política del crecimiento que las iglesias evangélicas han tenido en la sociedad.
Según el profesor brasileño, “los evangélicos, por lo general, funcionan muchas veces como ‘empresas religiosas’, con sus mismas formas de actuación y técnicas de marketing”. Esta presencia social y modo de actuación explica el aumento de posturas muy conservadoras en lo político, lo que se traduce en la proliferación de una legislación basada en lo que académicamente se entiende por “fundamentalismo religioso”. Para da Silva, es innegable “la permanencia de la religión en el pueblo, aunque haya una ‘secularización’ en los textos legislativos” sobre todo en aquellos países que postulan una separación radical entre la Iglesia y el Estado. Esa separación no está clara en la sociedad latinoamericana, aunque crezca “el número de personas que viven una religiosidad privada, alejada de lo institucional”.
Ante este crecimiento, el sacerdote Luis Santamaría, secretario general de RIES (Red iberoamericana del Estudio de Sectas) presentó la respuesta de la Iglesia que, sobre todos en los años setenta y ochenta, a través de los obispos del CELAM y de la propia Santa Sede, con el papa Juan Pablo II al frente, vio con preocupación este avance evangélico que estaba arrasando con el continente americano. La desafección por la Iglesia Católica dejó en aquellos años titulares, con datos muy reales, como el de un estudio que señalaba, en 1987, que “según las estadísticas en América Latina cada hora un promedio de 400 catolicos pasan a las iglesias protestantes, quienes en la actualidad representan ya una octava parte, o sea 12.5% de la población del continente”.
Desde este contextos, se entiende la insistencia del papa Wojtyla a afrontar este elemento a nivel universal “no en clave de amenaza a combatir, sino como desafío haciendo autocrítica del éxodo producido de católicos a otros grupos religiosos”. De hecho, señala Santamaría, “el término ‘nueva evangelización’ que se acuña en el magisterio de Juan Pablo II va asociado al avance evangélico y de las sectas”. Desafío que hoy se ha trasladado al contexto africano.
Algo que está relacionado con el fundamentalismo, que responde a “un planteamiento conservador de las doctrinas cristianas, frente al liberalismo teológico, que tiene un efecto también en la política y en la sociedad”.
También advirtió de algunos movimiento dañinos, como la secta Iglesia Universal del Reino de Dios conocida en España como “Familia Unidad”, que no es reconocida por ninguna de las iglesias iglesia y que “está explotando económicamente a sus miembros” o el aumento de la Teología de la prosperidad, una constante en las iglesias evangélicas en las que más de la mitad de sus miembros simpatizarían con esta corriente.