Nuevos episodios de violencia se han presentado esta semana en Tumaco. El 5 de octubre el municipio nariñense fue escenario de una masacre todavía por esclarecer, cuando seis personas fueron asesinadas mientras protestaban contra la erradicación forzada de coca.
Ahora las víctimas son José Jair Cortés, un líder afrocolombiano del Consejo Comunitario Alto Mira y Frontera, y dos indígenas del pueblo awá: Alirio Taicus Sabala y su hijo Geovanny Sabala Quistial. Los dos últimos fueron abaleados el lunes 16 de octubre en la mañana. Según explicó UNIPA, asociación de autoridades tradicionales y cabildos indígenas de su etnia, el año pasado ya habían matado a otras dos personas de la misma familia: Lorena y Richard, hijos también de Alirio.
“Denunciamos la falta de garantías por parte del Estado colombiano en el cumplimiento de los acuerdos pactados con nuestras comunidades, de las ordenes de la honorable Corte Constitucional y el acatamiento de su mandato constitucional frente a la garantía de la vida y pervivencia del pueblo Awá”, expresó la organización a través de un comunicado emitido el día de hoy. “Instamos a la comunidad internacional a que asuma su papel de veedor frente a las graves condiciones que asechan a nuestro pueblo y comunidades“, añadió UNIPA, al tiempo que lamentó el homicidio contra José Jair Cortés.
A Cortés lo mataron el martes 17 de octubre. El líder afro fue una de las personas que denunció la masacre del 5 de octubre. Como parte del consejo comunitario local, José Jair apoyaba el trabajo de la pastoral social en la región, particularmente a través de un programa de Cáritas y la Campaña Colombiana Contra Minas. Ambas instituciones manifestaron su tristeza por el crimen con las siguientes palabras:
“Cuando se asesina un líder el país se degrada, la sociedad se empequeñece. Es lo que sentimos y sobre lo que deseamos llamar la atención de todos en Colombia. Jair era un hombre alegre, sencillo y comprometido con su comunidad […] Quienes lo tuvimos cerca, damos fe de su compromiso con mejores destinos para la comunidad que lo convirtió en su líder. Nosotros la Pastoral Social de Colombia y la Campaña Colombiana Contra Minas modestamente hemos acompañado la difícil situación de las comunidades de esta zona, conocemos de la complejidad y riesgos que tiene para las vidas de sus líderes el trabajo que desarrollan. Como muchos, hemos reclamado protección y acompañamiento […] Los avances son lentos y la desazón y el miedo van ganando…”
En entrevista para RCN Radio, Orlando Olave, obispo de Tumaco, exigió al Estado soluciones estructurales frente a la situación del Pacífico nariñense, una de las regiones más empobrecidas del país y, a los ojos de los colombianos, uno de los municipio donde la violencia más se agudiza, a pesar del proceso de paz.
El prelado llamó la atención sobre la situación de vulnerabilidad y amenaza en que viven muchos líderes sociales de la región; y sobre el abandono estatal de sus comunidades, expresado en falta de justicia, carreteras, calidad edicativa, trabajo, entre otras necesidades básicas insatisfechas. Las soluciones de raíz no pueden ser copiadas de otras regiones, a su parecer; hace falta, según afirma, que las autoridades entiendan las lógicas de tierra y territorio, tal y como se dan en el Pacífico nariñense, entre afrocolombianos e indígenas.
Citando al papa Francisco, el obispo había dicho días atrás que “cuando el cielo está completamente nublado es una bendición quien sabe hablar del sol”. Es lo que está intentando hacer la Iglesia local por estos días.