Entrevistas

María José Carrascosa: “La cárcel me ha reafirmado en mi fe”

  • Pasó nueve años encarcelada en Estados Unidos por interferir en las órdenes de custodia sobre su hija y traerla a España
  • Vida Nueva reconstruye su historia, en la que la Iglesia ha jugado un papel fundamental: “Si no llega a ser por la Iglesia, me muero”
  • Entrevista completa solo para suscriptores (nº 3.055)





Tras nueve años encarcelada en Estados Unidos y más de once separada de su hija, María José Carrascosa ya puede decir que está viviendo lo que tanto tiempo llevaba soñando y esperando: una vida en libertad al lado de su “pequeña” Victoria. En estos años de calvario por defender la custodia de su hija, además de su familia, siempre se ha sentido respaldada y apoyada por la Iglesia. En sus propias palabras: “Si no llega a ser por la Iglesia yo me muero, es la que, por intervención divina, me ha sacado de todo esto”.

Después de llegar por fin a España el pasado 22 se agosto y de pasar doce días en Valencia con su familia, María José se encuentra ahora en Inglaterra viviendo con la menor, de 17 años. A pocos días de que vuelva a España para recibir el Premio ‘Solidaridad en vena’ de manos de La Falla Els Generals, Vida Nueva se reúne con ella en su nuevo hogar, cuya localización prefiere no desvelar “por seguridad e integridad de ambas, para mantener un marco de vida con dignidad y seguridad real, libre de amenazas”, señala.



Matrimonio fallido

La historia de María José se remonta a 1992 cuando, después de haber vivido dos años en Londres, se traslada por motivos de trabajo a Estados Unidos, donde estableció después varias empresas y ejerció la abogacía. “Me fui por dos semanas, y se convirtieron en 27 años”, cuenta Carrascosa, que ha pasado más tiempo de su vida en América que en España.

Su particular calvario comenzó cuando conoció al norteamericano Peter Innes en diciembre de 1998, con el que presumiblemente se uniría para toda la vida en la parroquia Nuestra Señora de los Dolores, de Buñol, tres meses después. Un año más tarde, el 17 de abril del 2000, fruto de esta unión, nació su hija. (…)

Su caso es muy peculiar –“y grotesco”, puntualiza–. Ella cree que la prensa norteamericana no ha sido justa con su caso. “Jamás me pusieron cargos de secuestro y, por tanto, jamás me condenaron por delito semejante; yo fui condenada por interferencia con órdenes de custodia por el exjuez Torack y desacato a su autoridad”, aclara la valenciana, que estuvo más de nueve años entre rejas, y la mitad de ellos totalmente incomunicada.

Para entender mejor su historia ha escrito ‘A Broken American Dream’ (‘Un sueño americano roto’), que se publicará a finales de noviembre en español, y en inglés en primavera. Así, el libro saldrá a los estantes de Europa y EE.UU. acompañado de pruebas y documentos que acreditan la versión que ha defendido siempre: su inocencia. (…)

Encontrar sentido en la cárcel

Una vez dentro de la prisión, María José comprendió “el sentido” que tenía que dar a su estancia allí. “En la cárcel me he sentido muy sola, pero a la vez muy acompañada… Entendí que yo tenía una misión: ayudar a personas que hubieran sido encarceladas injustamente como yo”, explica. Y así fue como se puso “manos a la obra” e intercedió en más de 42 casos de personas que están en prisión injustamente. “En la cárcel, cada vez que ayudaba a alguien se lo ofrecía a Dios para que tuviese sana y salva a mi hija y a mis padres”, apostilla. (…)

Pese a todo lo vivido, la abogada recalca que ha contado siempre con el apoyo de la Iglesia: “Yo no he librado esta batalla sola, Nuestro Señor a través de su Iglesia la libró por mí. Me he sentido siempre muy respaldada por la Iglesia y su jerarquía”. Y continúa: “Esta experiencia me ha reafirmado en mi fe”. A

Gracias a la pastoral penitenciaria, religiosos de diferentes congregaciones la visitaron durante los años que estuvo encerrada y esto no hizo más que aumentar su fe, según ella misma explica. “Es súper necesario que los sacerdotes vayan a prisión. La pastoral penitenciaria es fundamental”, sostiene. De hecho, no solo reconoce la labor de tantos sacerdotes y religiosos intramuros, sino también fuera de la prisión. Así, a su salida la acogieron en la parroquia de Bernardsville. (…)

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