El Nuncio Apostólico en México, Franco Coppola, celebró este Domingo Mundial de las Misiones una Misa en la Basílica de Guadalupe para inaugurar de manera oficial el Año de la Juventud al que ha convocado la Conferencia del Episcopado Mexicano, el cual se vivirá a manera de preparación para el Sínodo de Obispos sobre “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”.
En su homilía, Coppola externó que hace unas semanas, al preguntarle al papa Francisco qué esperaba de la Iglesia en México, el Santo Padre respondió que quería que la Iglesia mexicana fuera una gran familia, en la que cada uno de sus miembros experimentara cercanía y ternura. “Este es el sueño que el Papa tiene para nosotros, y siento que de una manera muy especial para ustedes los jóvenes”.
Recordó que a su llegada a México, hace un año, se quedó impresionado porque en nuestro país la gente se dirige a los sacerdotes llamándolos “padres”, cuando en Italia sólo se les antepone el “don” como un trato de respeto. “Aquí, sentir que me llaman ‘padre’ es algo bello, pero también es una gran responsabilidad. ¿Nosotros, los sacerdotes, somos verdaderos padres de la familia que nos fue confiada en nuestra parroquia? Me impresionó también que, al final de una Misa, una señora se me acercó con sus dos hijos, y me pidió que rezara por sus otros dos hijos porque no querían venir a Misa. ¡Esa señora era una verdadera madre! Su corazón estaba con los que no querían venir”.
Dijo que a veces los sacerdotes “estamos muy contentos cuando vemos que la Basílica está toda llena, pero eso no es suficiente. ¡Cuántos hay afuera! ¡Hay que llamar la atención! ¡Hay que ir a preguntarles por qué no vienen! Ese tiene que ser nuestro compromiso”.
También señaló que a veces, al interior de las familias no nos damos cuenta de lo que pasa con los otros miembros, y transcurre mucho tiempo sin que nos escuchemos. Explicó que la escucha no significa participar en una reunión, en una charla o en una conferencia, sino que significa “caminar con”, como Jesús el día de la resurrección, cuando comenzó a caminar con sus discípulos y de inmediato se dio cuenta de su cara triste. “Nosotros, como Iglesia, necesitamos ‘caminar con’, porque sólo caminando encontraremos el momento justo en el que la persona quiere expresarse, y finalmente pueda experimentar cercanía y ternura”.
Monseñor Franco Coppola agregó: “Estamos aquí reunidos con la Virgen; el primer encuentro que tuve en México fue con Ella. Yo estaba muy preocupado porque ser el representante del Papa en un país tan grande y complejo, hecho de cosas grandes, pero también de heridas, me parecía una misión enorme. Pero entonces conocí las palabras que la Virgen le dirigió a San Juan Diego, y que a mí me decía en ese momento: ‘¿De qué te preocupas? ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?’ Así fue que la Virgen me acogió. La Virgen nos dice eso a cada uno, y espera que podamos ser sus intérpretes para con los demás”.
Finalmente, hizo un llamado para que en este Año de la Juventud la Iglesia de México se convierta en esa gran familia donde nadie se sienta excluido, donde todos podamos experimentar cercanía y ternura.
Al término de la Misa, se leyó un decreto con el que se dio por inaugurado el Año de la Juventud, lo que arrancó los aplausos y las porras de numerosos grupos y jóvenes, quienes rezaron un Avemaría frente a la Virgen de Guadalupe.