En 1967, un grupo de profesores y estudiantes de Estados Unidos comenzaron a fraguar una intuición que hoy es una corriente eclesial diseminada por 130 países: la Renovación Carismática Católica. Medio siglo después, en plena celebración de su Año Jubilar –cuyo broche de oro fue el encuentro que 30.000 de sus miembros mantuvieron con el papa Francisco en Roma en junio pasado–, huyen de las miradas nostálgicas al pasado y se ponen en “modo escucha” para “ver dónde estamos actualmente y pedir visión al Señor para los próximos años”, como señala en esta entrevista Óscar Puebla Martín, coordinador nacional en España.
De momento ya saben, como les dijo el Papa durante la vigilia de Pentecostés que celebró con ellos en el Circo Máximo de Roma, el 3 de junio, que la Renovación Carismática es “un precioso instrumento del Espíritu para caminar juntos, con los demás hermanos cristianos, unidos en la oración y en el trabajo por los más necesitados hacia la Mesa Eucarística”.
PREGUNTA.- Cincuenta años después, ¿cuál es la realidad de la Renovación Carismática en el seno de la Iglesia Católica?
RESPUESTA.- En 1967, un grupo de profesores y estudiantes de Estados Unidos experimentaron una asombrosa renovación espiritual, acompañada de la manifestación de un cierto número de ‘carismas’ mencionados por san Pablo en su primera Carta a los Corintios. Así se inició lo que actualmente se conoce como la Renovación Carismática Católica (RCC), una renovación que se ha extendido por diversas regiones del mundo, y cuyos efectivos, en algunos países, se doblan cada año. Laicos, religiosos, sacerdotes y obispos se sienten comprometidos.
Entre los frutos de la Renovación es preciso señalar, de forma especial, el redescubrimiento de una relación personal con Jesús, Señor y Salvador, y con su Espíritu. El poder del Espíritu opera una conversión profunda, transforma la vida de muchos y se manifiesta en la voluntad de servicio y de testimonio. A pesar de su carácter profundamente personal, esta nueva relación con Jesús, lejos de ser un asunto privado e intimista, orienta hacia la comunidad, provoca una comprensión nueva del misterio de la Iglesia y favorece una adhesión leal a su estructura sacramental y a su magisterio.
La RCC suscita ese amor por la Iglesia, que intenta para ella una renovación en la fuente de su vida: la gloria del Padre, el señorío del Hijo y el poder del Espíritu Santo.
La experiencia que está en la base de la RCC comienza por un “ver y oír” y se comunica a un grupo o a una persona, por una fe que rinde testimonio del señorío de Cristo por el poder del Espíritu. Leemos en los Hechos que los que escucharon la predicación de Pedro “sintieron el corazón traspasado”, es decir, fueron tocados en todo su ser: cuerpo, espíritu, inteligencia, afectividad, voluntad, por la palabra carismática del apóstol.
Por tanto, siguiendo a Eduardo Toraño, podemos decir que la RCC no es un “movimiento eclesial” en sentido propio, sino una “corriente de gracia” que suscitó el Espíritu Santo en la Iglesia católica en 1967 para actualizar en toda la Iglesia el acontecimiento de Pentecostés. La “efusión del Espíritu” es el momento cumbre de esta experiencia que renueva y actualiza la obra del Espíritu recibido en los sacramentos de iniciación cristiana.
El efecto principal de esta acción del Espíritu es la transformación total, que lleva a vivir en conversión continua, permanente alabanza y adoración, configurándose a Cristo como Señor de la propia vida, en apertura a las mociones del Espíritu y a la Palabra de Dios, en amor fraternal y servicio a la Iglesia y a los más pobres, como ha expuesto el propio Toraño en la Revista Española de Teología.
Joseph Ratzinger, siendo prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmó: “En el corazón de un mundo impregnado de un escepticismo racionalista, ha brotado una nueva experiencia del Espíritu Santo. Esta experiencia ha tomado, desde entonces, la amplitud de un movimiento de renovación a escala mundial. Lo que el Nuevo Testamento dice con respecto a los carismas que aparecieron como signos visibles de la venida del Espíritu no es ya solamente historia antigua, sino que se hace plena actualidad”.
Erigida en España en 2004
P.- ¿Cuál es su implantación en España? ¿Cómo se estructura en nuestro país?
R.- El Espíritu Santo sigue actuando de modo incesante en la Iglesia, desde su nacimiento en Pentecostés, hasta el momento presente. Jesucristo, el Verbo encarnado, el único Señor y Salvador de los hombres y de la historia, pide siempre a su Padre que derrame de modo permanente al Paráclito sobre la Iglesia, a fin de que la asista, la enriquezca con sus dones y se sigan repitiendo entre nosotros los mismos prodigios que experimentó la Iglesia naciente.
La RCC es una corriente espiritual y acontecimiento de gracia que, suscitado por el Espíritu Santo, ha surgido dentro de la Iglesia, y renueva la gracia de los sacramentos de la iniciación cristiana, actualiza las experiencias y gracias de Pentecostés y tiende a transformar toda la vida cristiana.
La Renovación Carismática Católica en España (RCCE) se ha instituido como asociación de fieles, conforme a las normas del Derecho Canónico, donde los fieles pueden asociarse de forma habitual como grupo estable. Esta asociación privada de fieles con personalidad jurídica, erigida por la Conferencia Episcopal Española en su LXXXII Asamblea Plenaria, de 3 a 7 de mayo de 2004, se rige por unos estatutos y por las demás disposiciones canónicas que le sean de aplicación.
La RCCE está formada por los grupos de oración, que, en su pluralidad, son sus células básicas. Estos grupos se articulan entre sí a nivel diocesano, de provincia eclesiástica y nacional, animados por el Equipo de servidores que, con su iniciativa responsable, están siempre al servicio de la unidad, de la comunión y de la vida, según el espíritu de la Renovación.
Francisco: “Caminar juntos con todos los cristianos”
P.- ¿Qué aporta hoy la Renovación Carismática a la vida y misión de la Iglesia?
R.- La RCC quiere vivir un nuevo Pentecostés permanente bajo el poder del Espíritu Santo, que abre el corazón y la mente a una inteligencia nueva de la Sagrada Escritura y a un renovado amor a los sacramentos, especialmente a la Eucaristía, en un ambiente de fraternidad, con vistas a la evangelización bajo el sometimiento del señorío de Jesús y en unidad con toda la Iglesia.
El papa Francisco, en el discurso en la Vigilia de Pentecostés, el pasado 3 de junio de 2017, nos decía: “Compartir con todos en la Iglesia el bautismo en el Espíritu Santo, alabar al Señor sin cesar, caminar juntos con los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades cristianas en la oración y la acción por los que más lo necesitan. Servir a los más pobres y enfermos”.
Ya san Juan Pablo II afirmaba en su exhortación apostólica Cathechesi tradendae: “En efecto, la renovación en el Espíritu será auténtica y tendrá una verdadera fecundidad en la Iglesia, no tanto en la medida en que suscite carismas extraordinarios, cuanto si conduce al mayor número posible de fieles, en su vida cotidiana, a un esfuerzo humilde, paciente y perseverante para conocer siempre mejor el misterio de Cristo y dar testimonio de Él”.
La Renovación en el Espíritu no se nos ha concedido para que nos convirtamos en un club de carismáticos, ni en un club de amigos que se juntan cada semana para orar; ha sido dada para la evangelización del mundo. Es decir, para apresurar la venida del Reino de Dios entre nosotros. El apostolado cristiano se sitúa en la prolongación de la misión de Jesús. Así, pues, la RCC participa activamente a la evangelización que prolonga tanto el misterio de Pentecostés como el misterio de la Encarnación.
Pentecostés, con las lenguas de fuego sobre la cabeza de los apóstoles como símbolo de la misión de los cristianos a través de los tiempos, es la respuesta a la oración de Jesús: “He venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué puedo desear sino que arda?”. Es una misma cosa recibir el Espíritu y dar testimonio de Jesús. El Espíritu no viene más que a revelarlo.
La RCC está inmersa en la vida y la misión de la Iglesia, es decir, de la evangelización directa que tiene por finalidad dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio, y llevarlo a la vida. Responde al mandato del Maestro: “”Id por el mundo entero, proclamad la Buena Nueva a toda la creación”. Es continuación de la promesa de Jesús a los suyos: “Recibiréis una fuerza, la del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros. Y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra”.
Vigilia con Francisco en el Circo Máximo
P.- ¿Cómo fue el encuentro con el papa Francisco el pasado mes de junio, durante la celebración en Roma del Jubileo de Oro de la Renovación Carismática Católica?
Un jubileo es un tiempo de gozo, gracia y celebración. San Juan Pablo II escribió sobre el Gran Jubileo del año 2000: “El término ‘jubileo’ expresa alegría; no solo alegría interior, sino un júbilo que se manifiesta exteriormente”. Así fue el encuentro, una explosión de alegría y gozo en el Señor.
Más que simplemente una nostálgica mirada hacia atrás, hubo una anticipación para los días venideros. Es decir, el año jubilar y especialmente la celebración del Jubileo de Oro en Roma está siendo un momento de reflexión, de acción de gracias al Señor por estos cincuenta años de misericordia, de corriente de gracia para la Iglesia y el mundo, de ver dónde está la Renovación carismática católica actualmente y pedir visión al Señor para los próximos años.
También hubo un enfoque claramente ecuménico, iniciado por el propio papa Francisco. En el escenario, durante la celebración de la Vigilia de Pentecostés, el sábado 3 de junio, por la noche, con el Papa, estuvieron algunos de nuestros hermanos y hermanas protestantes. Era una imagen visual del compromiso del ICCRS y de la Fraternidad Católica con el ecumenismo. El Jubileo de Oro ha sido descrito como un momento histórico y profético. La RCC se reunió para buscar la sabiduría y la gracia de Dios para vivir y trabajar en un nuevo tiempo de Pentecostés.
Una “corriente”, no un “movimiento”
P.- Francisco, en ese encuentro, les definió como “una corriente de gracia del Espíritu”, pero también les pidió “no encerrar al Espíritu en una jaula”. ¿Qué cree que quería decirles?
Este tema lo ha tratado con más profundidad Eduardo Toraño López en el citado artículo en la Revista Española de Teología. La RCC nace en torno al Vaticano II como muchos de los movimientos eclesiales y nuevas comunidades. Ratzinger, al intentar establecer una definición de movimiento señala que hay que distinguir “movimiento” de “corriente”, aunque a ambos se les llame en ocasiones “movimientos”.
En la definición de movimiento entra la figura del fundador, que es el guía carismático que da lugar a una comunidad concreta, como nos dice Juan Pablo II, Christifideles Laici, 24. Por eso, en sentido propio, la RCC no es un “movimiento”: la RCC no tenía, al nacer, reglamentos propios aprobados ni estructuras jurídico-eclesiásticas fijas. La Renovación no ha tenido fundador humano reconocido. Brota como una corriente de libertad en el Espíritu. El Espíritu de Dios es su verdadero fundador y Cristo es el único Señor.
Si se habla de “movimiento”, se ha de entender en el sentido más general de “corriente” que propone en nuestros días el redescubrimiento de la persona del Espíritu Santo, la actualidad de la doctrina y del uso de los carismas.
La RCC es una corriente espiritual que promueve una experiencia pneumatológica, como señalaba el cardenal Suenens en 1989, para actualizar existencialmente la vida en el Espíritu recibida en los sacramentos.
El papa Francisco sigue claramente al cardenal Suenens al señalar que la RCC es una corriente de gracia y no una institución o una organización. Por tanto, es una corriente espiritual dada a toda la Iglesia, en la que nadie puede arrogarse la supremacía. Francisco nos dijo en la Vigilia de Pentecostés: “Esta corriente de gracia es para toda la Iglesia, no solo para algunos y ninguno de nosotros es el ‘patrón’ y todos los demás, siervos. No. Todos somos siervos de esta corriente de gracia”.