Aportes del VIII Encuentro Nacional de Reconciliación
Semanas atrás se llevó a cabo en Bogotá el VIII Congreso de Reconciliación. El evento fue organizado por el Secretariado Nacional de Pastoral Social y la Conferencia Episcopal de Colombia. En respuesta a la situación que vive el país, el principal objetivo del encuentro fue contribuir al posicionamiento de la relevancia espiritual, social y política del perdón y la reconciliación.
La actividad también pretendió animar la apropiación de la cultura de la no violencia como modelo de vida, resaltar la importancia del desarrollo humano integral en la consecución de una paz sostenible y reconocer el valor de la memoria histórica en los procesos de verdad, justicia y reparación integral.
Una destacada participación tuvieron los pueblos indígenas a lo largo del encuentro. Anitalia Tijachi, en representación del resguardo Tikana Huitoto (Leticia), llamó la atención sobre la necesidad de que la reflexión sobre la reconciliación incluya una decidida preocupación por el cuidado de la naturaleza. La líder social calificó al papa Francisco como aliado de quienes claman por la defensa de la Amazonia y sus comunidades. Tijachi denunció que el bioma está amenazado por el extractivismo y recordó un antecedente de la violencia actual contra el territorio: el genocidio de su pueblo, a manos de caucheros, a inicios del siglo XX. “Somos sobrevivientes; podemos hablar esta lengua que también nos causó dolor y expresar palabras dulces”.
Su intervención fue, también, un testimonio de resistencia. “La resistencia es alimentar un buen pensamiento; mis manos están para dar y recibir reciprocidad, el cuerpo de la resistencia es alimentar un corazón con sentimientos y un espíritu que pueda alimentar y cobijar al otro (…); hablar palabras dulces, pensar pensamientos sanos, transmitir el soplo de aliento del Padre creador; y tener mis piernas bien paradas en el territorio que el Creador nos dio; esa es la fuerza que yo cargo”.
Una actitud que Anitalia vincula al cuidado de las tradiciones culturales. “Pese a los dolores, conservamos la sabiduría. Hemos sido resistentes, porque conocemos nuestro territorio, no olvidamos las palabras de vida del Padre creador, tenemos un territorio donde sembrar y producir lo que necesitamos de la naturaleza; celebramos todavía nuestro rituales; eso es lo que (nos ha hecho) resistentes; sufrimos violencia, pero tenemos espíritu de reconciliación; nos organizamos ante un Estado sordo. El cambio de este país está en nosotros”.
Con sus palabras, la líder hizo también un llamado al cambio cultural, a reconocer al otro en su dignidad y riqueza. “¿Qué es ser rico? Yo soy rica; inmensamente rica: mi casa no tiene puertas con diez seguros, no tengo guardaespaldas; tengo una tierra de tres hectáreas donde siembro y puedo decidir qué comer, cuándo trabajo… pero está amenazada”.
Durante su ponencia, Elkin Álvarez, secretario general de la Conferencia Episcopal, reflexionó sobre la justicia restaurativa, el perdón y la purificación de la memoria. El prelado se inspiró en el testimonio que la Sagrada Escritura ofrece acerca de la experiencia de Israel durante el posexilio.
A su parecer, lo determinante en dicho caso fue haber ahondado de manera profunda y serena en la historia del pueblo, para reconocer las causas que llevaron a la tragedia vivida. La motivación fue la reconstrucción de la nación, desde la conciencia de una responsabilidad compartida. Por eso, según explicó, se implementó en Israel un concepto de justicia en el cual no primaba el castigo sino la tarea de la restauración e importaba más el reconocimiento del mal, la reparación de las ofensas, la reconciliación y el restablecimiento de los vínculos religiosos, comunitarios y sociales.
José Luis Segovia y Julián Ríos definen la justicia restaurativa como una pedagogía para resolver los conflictos, que atiende prioritariamente a la protección de la víctimas y al restablecimiento de la paz social, mediante el diálogo comunitario y el encuentro personal entre afectados, para satisfacer las necesidades y devolverles su significación y su dignidad. Elkin Álvarez citó a ambos autores al momento de subrayar la necesidad de que el país avance por dicho camino, para recuperar a la víctima y al victimario.
Parafraseando al papa Francisco, el prelado señaló que el perdón puede ser liberador para Colombia. “Lejos de excluir la búsqueda de la verdad el perdón la exige; para que pueda ser real”, advirtió. Sin embargo, a su parecer, no se trata de buscar la verdad de una forma en que se aumenten las distancias y los antagonismos.
Álvarez terminó su intervención invitando a volver sobre el mensaje de Juan Pablo II durante la jornada mundial de la paz en 1997. En dicha ocasión, el Papa polaco afirmó que hay que evitar ser prisioneros del pasado. “Es necesaria una especie de «purificación de la memoria», a fin de que los males del pasado no vuelvan a producirse más. No se trata de olvidar todo lo que ha sucedido, sino de releerlo con sentimientos nuevos, aprendiendo, precisamente de las experiencias sufridas, que sólo el amor construye, mientras el odio produce destrucción y ruina”.
Diana Sánchez, de la asociación Minga, tomó parte en un panel dedicado a hablar sobre retos y oportunidades para la participación ciudadana en escenarios de negociación y posacuerdos.
Señalando la urgencia de construir otredad en Colombia, criticó la brecha entre centro y periferia en el país. A su parecer, para seguir beneficiándose de un orden injusto, a la clase política tradicional le convienen fenómenos como la abstención electoral. “Entre menos participación, menos control social, rendiciones de cuentas y exigencias”.
Los líderes sociales cumplen un papel de bisagra entre un Estado ausente y las comunidades de las que hacen parte, en lugares con nuevas conflictividades. “La gente no participa porque tiene miedo”. Sánchez alertó sobre el creciente número de líderes que están siendo asesinados y sobre la impunidad que rodea tales homicidios.
Históricamente, según explicó, estos líderes han luchado contra formas de despojo territorial, muchos de ellos, echando mano de formas propias de autogobierno que, en medio del conflicto, se han venido desarrollando entre las comunidades. Al Estado le compete no solo garantizar la protección de estos liderazgos y avanzar en el esclarecimiento de los intereses detrás de la multiplicación de los crímenes; sino también, incorporar la sabiduría política de los territorios, para avanzar en una reconciliación entre las periferias y el país central.
Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, también estuvo presente en dicho panel. Entre sus aportes, destacamos la crítica a los liderazgos mesiánicos e individuales. De lo que se trata, a su parecer, es de fomentar la corresponsabilidad en orden a hacer escuchar el clamor de las comunidades sobre la necesidad de un cambio estructural en el país. “El discurso político no es ajeno a la vida cristiana”, afirmó. En Romero y Martin Luther King ve referentes para la no violencia activa que la Iglesia hoy debe promover.