En su edición del 26-27 de octubre, el diario oficial de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, dedicaba una página completa a un artículo del cardenal Fernando Sebastián hablando de Pablo VI y la repercusión de su papado y de Concilio Vaticano II en España.
En realidad, se trata del prólogo del libro ‘Pablo VI, España y el Concilio Vaticano II’ (PPC), escrito por el sacerdote e historiador Juan María Laboa.
La obra no es una biografía ni es un texto de historia o un comentario a los documentos conciliares, sino un análisis sobre la influencia del papa Montini en la historia de España y la vida de los españoles, gracias a aquel acontecimiento que “cambió la historia de la Iglesia y, a medio o largo plazo, la historia del mundo”, escribe el cardenal.
“Un hombre moderno”
Sobre Pablo VI, Sebastián dice: “Reservado y prudente, Juan Bautista Montini tenía una mente poderosa y una voluntad firme. Fue un discípulo fiel de Jesucristo y un diligente servidor de su Iglesia. Sus circunstancias familiares y ministeriales le proporcionaron una amplia cultura y una comprensión profunda del momento cultural y pastoral que tenía que afrontar la Iglesia. Era, en el mejor sentido de la palabra, un hombre moderno. No siempre sus ideas y sus criterios fueron bien interpretados ni acogidos en la Curia romana. Ni en los años de su servicio en la Secretaría de Estado ni después, durante los años de su pontificado, le faltaron las críticas y las incomprensiones. Por encima de todo ello supo ser fiel y abrir nuevos caminos para la Iglesia con mansedumbre y fortaleza extraordinarias”.
Una modernización necesaria en España
“Pablo VI comprendió antes y mejor que muchos españoles lo que significaba para España la aplicación del Concilio –continúa el prólogo–, precisamente en los últimos años del Gobierno nacido de la Guerra Civil. España tenía ante sí en aquellos momentos muy graves cuestiones. El Concilio significaba para nosotros un esfuerzo colosal de revisión y modernización. Era preciso revisar a fondo nuestra manera tradicional de interpretar y vivir el catolicismo. Teníamos que pasar de un catolicismo impuesto y tutelado desde el poder político, que había sido nuestro modelo desde Recaredo, hacia una concepción de la Iglesia como comunidad fundada en una fe personal y libre, independiente de los poderes políticos, centrada en el anuncio y la vivencia del Evangelio de Jesucristo, abierta a todos los sectores de la sociedad, capaz de acercarse amigablemente al mundo laico contemporáneo. El papa Pablo VI nos acompañó en esta aventura y más de una vez nos guió en las encrucijadas más complejas y peligrosas. En aquellos años fue verdaderamente para nosotros el hermano mayor, respaldado por la oración de Jesús, que nos guió y confirmó en la fe y en la comunión católica”.
Entre los factores que contribuyeron a esta revisión y modernización, el cardenal recuerda las dificultades de conseguir que el Gobierno franquista renunciara a su privilengio de nombrar obispos.
Y también las acusaciones que se vertieron entonces sobre Pablo VI: “Las actuaciones y directrices del papa fueron interpretadas como fruto de intrigas antiespañolas, e incluso de un cierto antiespañolismo del mismo papa. La prensa española más cercana al Gobierno criticaba y difamaba al papa sin piedad. Más de una vez, Pablo VI manifestó el gran sufrimiento que le causaban estas acusaciones. Amaba sinceramente a España, quería, como buen pastor, el bien de los españoles, y aceptó estos sufrimientos como precio de su amor clarividente y de su generoso servicio”.
“La vitalidad de la Iglesia actual”
El prólogo termina con una reflexión del arzobispo emérito sobre el Vaticano II y sobre el pontífice que lo llevó a cabo, e incluso en la actualidad: “No es aventurado decir que Pablo VI, el papa del Concilio, ha sido uno de los papas más influyentes en la historia de la Iglesia. Su sabiduría, su fortaleza y sus muchos sufrimientos, sin duda guiados y enriquecidos por la asistencia del Espíritu de Dios, están en el origen de la vida y la vitalidad misionera de la Iglesia actual. El magisterio y las iniciativas del papa Francisco nacen del espíritu del Concilio y concuerdan profundamente con la sensibilidad y los deseos del papa Pablo VI”.