La abadía de Montserrat es el pulmón espiritual de Cataluña, y este fin de semana se esperaba algún tipo de pronunciamiento al respecto de los últimos acontecimientos acaecidos, tras la declaración unilateral de independencia y posterior intervención del Gobierno central a través del artículo 155 de la Constitución.
En la homilía de ayer domingo 29 de octubre, el P. Bernabé Dalmau consideró “oportuna hoy una palabra de ánimo, aunque sea difícil, ante el desencanto con el que gran parte de nuestro pueblo vive el momento presente”.
“Estas últimas semanas muchos hemos vivido el día a día con preocupación, y ahora tenemos que esforzarnos por mantener la serenidad”, pide el monje.
Dalmau retrocede hasta los años en que “oíamos un clamor ampliamente extendido a favor de poder ejercer el derecho a decidir”, y lamenta que ese clamor no obtuviera “la respuesta deseable” por parte del Estado español, como sí ocurrió “en otros países de larga tradición democrática”.
“Las cosas han ido como han ido, y todo este octubre hemos deseado que la diversidad de pareceres no impidiese encontrar la mejor salida sin que nadie resultase humillado”. En opinión de Dalmau, “se tengan las convicciones políticas que se tenga, ¿quién de nosotros, cristianos, no ha sentido al mismo tiempo sobrecogimiento y misericordia por las personas víctimas de cargas policiales, por los presos políticos, por la gente que ha vido que las amenazas se convertían en objeto de venganza?”.
Tras asegurar –como se vienen oyendo de manera repetida en las últimas semanas– que “nuestra gente es pacífica y quiere seguir siéndolo”, el monje trae a colación las “recomendaciones” que muchas personas, también no creyentes, han hecho a los obispos catalanes desde el pasado mes de mayo para que afirmaran “la realidad nacional de Cataluña” y escucharan las “legítimas aspiraciones del pueblo catalán”; una singularidad que, según Dalmau, “ha sido menospreciada”.
Así las cosas, Dalmau considera que la herramientas que los cristianos tienen para trabajar en el futuro “se reducen a una: por mucho que nos cueste, tenemos que esforzarnos por eliminar del corazón de cada uno todo rencor y odio, y así practicar el doble mandamiento de amar a Dios y al prójimo”.
Eso, como cristianos; y como ciudadanos, el monje de Montserrat reclama “defender las legítimas aspiraciones manteniendo la calma y la no violencia como hemos hecho hasta ahora, sin sucumbir a las provocaciones. Porque, por decirlo en una palabra: nos lo pueden quitar todo, pero nunca debemos dejar que nos quiten la paz, el civismo, la dignidad. Como creyentes y como catalanes”, terminó.
Según se informa en CatalunyaReligio, el final de la homilía fue contestado por aplausos por parte de los fieles que asistían a la misa.