Recientemente, un grupo de católicos ambientalistas, entre ellos Pedro Aldana y Alejandro Londoño S.J., dieron a conocer una proclama ambiental enviada al Papa, en la que se denuncian diez flagelos que atentan contra la vida en el país: megaminería legal y minería ilegal, imposición de semillas transgénicas, fracking, deforestación, monocultivos y agricultura extensiva, ganadería extensiva, hidroeléctricas y bloqueo al desarrollo de energías alternativas, deslegitimación de los derechos ciudadanos de participación, reducción de inversiones para la protección de los bienes naturales.
Ante este panorama, ¿qué estamos haciendo los cristianos? ¿Dónde está la Iglesia?
Ya son diez los municipios en los que la ciudadanía ha expresado con votaciones superiores al 95% su rechazo a los proyectos extractivistas en su territorio. Los recientes casos de Jesús María y Sucre en Santander, en los que los párrocos tomaron decidido liderazgo, son indicadores del despertar de la conciencia eclesial que aparecía muy marginal en las emblemáticas gestas de Santurbán y Cajamarca, pero que poco a poco ha venido creciendo. El 12 de noviembre, en Une (Cundinamarca) se realizará la primera consulta en jurisdicción de la Arquidiócesis de Bogotá, también con el liderazgo de la parroquia. En lo que resta del 2017, se avecinan más de 50 municipios entre los cuales se destacan Granada, El Peñón, La Macarena y Córdoba.
La urgencia de replantear la política minero-energética del país y vislumbrar caminos alternativos hacia Buen Vivir es un escenario clave para la incidencia de los creyentes interesados en el cuidado del ambiente. Se requiere pasar de la protesta a la propuesta, aún más cuando sectores del Gobierno insisten en restringir el alcance de las consultas y facilitar que las corporaciones exploten el subsuelo sin dar plenas garantías a los DD.HH y de la Madre Tierra. Al respecto, no es un dato menor, que el río Atrato haya sido considerado por la Corte Constitucional como sujeto de derechos, una convergencia entre la ley y la comprensión teológica de la Creación como un “alguien” que “clama” ante el abandono y el maltrato (LS 2).
Lo que dice el Papa
En la citada Proclama Ambiental se lee: “la Creación no se vende, se ama, se cuida, se defiende y se restaura. De ahí la necesidad de solicitarle respetuosa y fervorosamente, querido papa Francisco, su pronunciamiento sobre este tema en extremo delicado y trascendental, que requiere de un cambio en esencia ético, tanto del Gobierno nacional como de las empresas multinacionales y de la mentalidad de la ciudadanía indiferente que impide la sostenibilidad ambiental en Colombia”.
El Papa ya había expuesto su magisterio en la Laudato si’, los mensajes sobre tierra, techo y trabajo para los movimientos populares, las declaraciones para la Jornada Mundial de Oración por la Creación, y reiteró en sus alocuciones que Colombia es una nación bendecida que causa admiración por su belleza e invita a “un cuidadoso respeto por su biodiversidad”, para lo cual es importante aprender de la sabiduría indígena, “la sacralidad de la vida, el respeto por la naturaleza” de manera que incluyamos en los procesos de paz y reconciliación a toda la Creación.
Lo que dice la Tierra
Pese a lo anterior, la cantidad de basuras en los sitios en los que se realizaron los encuentros pusieron en evidencia la vergonzosa realidad de nuestra falta de coherencia ambiental.
“La violencia se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes”, recordó el Papa en Villavicencio. La gestión ambiental, la atención preferencial a los jóvenes, el diálogo interreligioso, la denuncia profética de la cultura de la corrupción, son algunas tareas pendientes de la visita.
Los encuentros del Papa no se hicieron dentro de criterios de carbono neutral. A la hora de tomar decisiones para la preparación de los eventos pesaron otros criterios de urgencia, dejando de lado algo muy importante. La perspectiva de ecología integral no es algo accesorio o decorativo, sino estructural.
Tal vez por eso cuestiona que la Ruta Verde en Cartagena, para reforestar la ciudad con especies nativas y “reforestar” la conciencia de miles de niños involucrados en la campaña, tuvo que pensarse como un proceso al margen de la agenda oficial del evento. La Guía Ambiental del Peregrino, diseñada en Bogotá, se quedó en un primer paso para que, tal vez, en Chile si le brinden una certificación ambiental al Papa durante el próximo enero. Será inspiración para la visita a Perú y la Jornada Mundial de la Juventud 2019 en Panamá. De cualquier modo, nuestra casa común demanda un trato digno y respetuoso.
De ahí que hay que celebrar como un hito el primer encuentro de párrocos de la cuenca del río Bogotá. Con motivo de la fiesta de san Francisco de Asís, la Provincia Eclesiástica de Bogotá, conformada por siete diócesis, congregó 80 presbíteros para pensar una pastoral de conjunto en torno al agua. Al unísono con la Cuenca Amazónica, el Acuífero Guaraní, el Corredor Biológico Mesoamericano y la cuenca del Río Congo, la hermana agua lo festejará y las generaciones venideras lo celebrarán.
También en Cali ha nacido el grupo interreligioso “Ecoteología SurOccidente”, con el respaldo de profesores de Univalle, la Arquidiócesis de Cali, el Cabildo Interreligioso de Colombia y otros participantes en el Diplomado sobre Paz y Reconciliación coordinado por el reconocido ambientalista Hildebrando Vélez.
Mientras eso sucede, los terrenos inundados por la represa de El Quimbo siguen reclamando justicia por intermedio de la Diócesis de Garzón. El dilema se acentúa en la Diócesis de Santa Rosas de Osos, que guarda en la memoria la masacre del Aro y se cuestiona sobre la pertinencia de la represa de HidroItuango. El espíritu de los Proyectos Ambientales Escolares (PRAE) está conectado al contexto y por eso los esfuerzos de reciclaje, reforestación, huerta comunitaria o arte ecológico, resultan insuficientes ante un proyecto que amenaza con transformar radicalmente el territorio, según denuncia el Movimiento Ríos Vivos.
La sed del territorio Wayuú y la muerte de sus hijos seguirá siendo una drástica interpelación al modelo de desarrollo basado en el carbón y el monopolio del agua para privilegiar la rentabilidad financiera y no la sostenibilidad de la vida.
La estructura ecológica principal de grandes urbes como Bogotá y Medellín tendrá que ser referente de procesos que anuncien la alegría del Evangelio sin que los niños tosan veneno y las en las funerarias se junten las lágrimas con la lluvia ácida de la polución. También “los árboles están llorando, son testigos de tantos años de violencia. El mar está marrón, mezcla de sangre con la tierra”, dice la canción Minas Piedras de Juanes que el Papa citó.
Y así, al recorrer palmo a palmo cada rincón de nuestra casa común, el grito de la Tierra se unirá al grito de los pobres para refrendar que una visión de la naturaleza como objeto de “provecho y de interés” tiene serias consecuencias en la sociedad (LS 82).
Alirio Cáceres