Vaticano

“Los cristianos debemos ser hombres de esperanza y no de desesperación”, recuerda el Papa

  • Francisco preside la misa en sufragio por los cardenales, arzobispos y obispos fallecidos en 2017
  • En su homilía, ha reflexionado acerca de la esperanza cristiana frente a la muerte





El Papa ha celebrado, hoy viernes 3 de noviembre en la Basílica de san Pedro, una misa en sufragio por los 137 cardenales, arzobispos y obispos fallecidos desde enero de 2017. En línea con sus discursos y homilías de los últimos días, Francisco ha vuelto a reflexionar acerca de la esperanza cristiana frente a la muerte durante su homilía.

En primer lugar, ha recordado que el infierno es una realidad –mediante la primera lectura, del profeta Daniel–: “Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua”. Tras citar este fragmento, el Papa ha advertido de que “el despertar de la muerte no es en sí mismo un retorno a la vida, algunos despertarán para la vida eterna, otros para la vergüenza eterna”.

Por el contrario, en el Evangelio Francisco ha retornado a la esperanza: “Jesús fortalece nuestra esperanza al decir ‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre’ (…). Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida”.

Además, ha recordado que mediante la Eucaristía “nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva sobre el mal y la muerte”.

“Esta esperanza –ha continuado el Pontífice– nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte (….). Los cristianos debemos ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte”.

Asimismo, se ha valido del salmo para reafirmar estas palabras: “Lo hemos dicho en el salmo: ‘Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?’, Es una forma poética de expresar nuestra espera vigilante y sedienta del amor de Dios”.

“Estas palabras –ha dicho al concluir la homilía– estaban grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que nos han dejado (…). Damos gracias por su servicio generoso a la Iglesia e invocamos para ellos la intercesión de la Virgen para que participen en el banquete eterno”.

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