Reportajes

Colgar los hábitos: la hora de la salida

  • Cada año, 2.300 hombres y mujeres en todo el mundo se secularizan para empezar una nueva vida
  • Vida Nueva recoge el testimonio de varias de estas personas, que a veces se topan con la incomprensión de la institución que abandonan
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La visita que Francisco hizo hace unos meses a unos curas casados es un gesto que sirve para levantar los estigmas que aún pesan sobre los secularizados. No son pocos los casos de quienes, un día, decidieron “salir”, aunque siempre hay quien interpreta con un peyorativo “abandonar”, una decisión que tuvo visos de epidemia tras el Concilio Vaticano II. En España, en las dos primeras décadas posconciliares, unos 3.000 curas (un 8’5% del total de entonces), abandonaron el ministerio sacerdotal.

Cuando hoy se trata de recabar información actualizada, la respuesta es que no hay datos constatables generalizados. Sí que llevan la cuenta en Roma, desde donde la Congregación para el Clero y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica apuntan que en los últimos años las “salidas” permanecen en torno a una cifra constante, unas 2.300 al año, entre sacerdotes y miembros de congregaciones religiosas.

No hay un patrón de comportamiento, tampoco hay uniformidad en la forma en la que la Iglesia se toma el que uno de sus hijos abandone, en este caso, el sacerdocio. “La normativa ‘oficial’ venía siendo degradante, denigrante, inhumana, antievangélica. Las declaraciones para favorecer que les concediesen la dispensa, al menos por lo que yo experimenté, eran indignas hasta de una mala madrastra”, dice el sacerdote gallego Xose Rodríguez Carballo.

La otra vocación: formar una familia

De que una cierta normalidad se va imponiendo es ejemplo Chema Damas. A sus 54 años, es un feliz padre de dos niñas de 6 y 5 años, que conoció a la madre de las criaturas cuando ella trabajaba en la Delegación de Pastoral Juvenil de la Diócesis de Jaén, de la cual él era el cura responsable, además de secretario del entonces obispo, Santiago García Aracil.

Hacía tiempo que le rondaba la desazón, pero allí tuvo clara su verdadera vocación: formar una familia. “Había descubierto que me faltaba el lado femenino, lo iba buscando y como la Iglesia no me deja estar casado, no tuve otro remedio que renunciar al sacerdocio porque quería tener una mujer y una familia, la anhelaba mucho y no me quería engañar más, ni tampoco a la Iglesia”.

En general, las diócesis suelen ser comprensivas con los que se secularizan y las hay que, durante dos años, les ayudan económicamente a sobrellevar la situación hasta que puedan valerse materialmente por sí mismos. Para el teólogo Xabier Pikaza, sacerdote mercedario hasta 2003, “la Iglesia-Institución ha abandonado a muchos que han ‘salido’, y lo ha hecho con poco evangelio y mucha cortedad humana”.

Exreligioso y actual laico comprometido marianista

En 1998, tras 10 años en la Compañía de María, en cuyo noviciado entró con 19 años, Juan Eduardo Arnaiz abandonó aquella vida. “Pero nunca he dejado de ser marianista”, añade con prontitud. “Fueron unos años muy hermosos, muy intensos. Pero hubo un momento en que entré en crisis, donde, a pesar de haber profesado los votos perpetuos, descubrí que no me veía en esa vida para siempre”.

Recuerda que fue “un momento doloroso”, y ataja: “También para la comunidad”. Pero enseguida añade que siempre se sintió acompañado por ellos. “Fue una experiencia muy positiva, con un año y medio de discernimiento, y sintiendo la cercanía de mis hermanos de congregación, incluso del provincial, que siempre estuvo muy atento al proceso”.



A sus 52 años, con dos niñas de 10 y 12 años, Juan Eduardo da clases en el colegio de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y está “plenamente integrado en su movimiento laical”. Se casó en la iglesia de un colegio marianista y delante de sacerdotes marianistas. Reconoce que algunos vivieron su salida con un cierto duelo. “Es normal. Pero hay que tener un poco de paciencia, porque todo eso se cura”.

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