Este lunes 13 de noviembre dio inicio la 104 Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) con un reconocimiento al pueblo de Dios por su acción solidaria para con los miles de damnificados por los recientes desastres naturales registrados en el país, que dejaron centenares de víctimas mortales e incalculables daños materiales.
En su mensaje inaugural, el cardenal José Francisco Robles Ortega, presidente de la CEM, aseguró que septiembre fue una gran prueba para el pueblo mexicano debido a las tormentas tropicales, huracanes y terremotos, que dejaron un “escenario de profundo dolor y sufrimiento”.
Dijo que la destrucción de numerosas viviendas, oficinas, escuelas, hospitales, comercios y templos, aunados a las personas que perdieron la vida, calaron en lo más profundo de la conciencia nacional, despertando una “reacción solidaria, que rebasó por mucho las previsiones gubernamentales”.
Consideró que esta situación ha mostrado que en lo “escondido” del pueblo mexicano, subsisten energías que permiten ir más allá del individualismo y salir al encuentro de la necesidad y del dolor del prójimo, del hermano que sufre y que lo ha perdido todo. Más aún –añadió– en el fondo del corazón humano, subsiste la inquietud por un destino trascendente que moviliza a las personas y las hace arrodillarse e implorar la ayuda divina.
“Una vez más debemos recordar que no es posible interpretar al pueblo mexicano, especialmente en estas difíciles circunstancias, al margen de su peculiar experiencia de fe. Por ello, podemos seguir diciendo que México es un pueblo muy religioso y muy solidario, que no desespera incluso en circunstancias sumamente dramáticas. México, aún sabe acudir a Santa María de Guadalupe para encontrar luz en los momentos de dolor y oscuridad”.
Ayuda invisible
El Presidente de la CEM recordó que las diócesis y la Conferencia del Episcopado Mexicano, a través de Cáritas y otras instancias pastorales, han movilizado diversos recursos para el rescate, la ayuda inmediata y la reconstrucción de las comunidades afectadas.
Sin embargo –lamentó– este aporte de la Iglesia, que aún siendo muy grande, no logra ser apreciado por los medios de comunicación. “La invisibilización del aporte católico en estos y otros asuntos sigue siendo constante. En los grandes noticieros nacionales apenas y es perceptible la acción de la Iglesia en momentos de emergencia como el que hemos vivido”.
Dejó en claro que si bien la Iglesia no busca un protagonismo vano o una presuntuosa y falsa actitud solidaria, lo que desean subrayar los obispos de México es que “continúa la marginación de la contribución cristiana al desarrollo social del país”.
Robles Ortega no pudo dejar de mencionar que existieron situaciones de tensión al momento de intentar canalizar ayudas por parte de la Iglesia y que, en algún caso, fueron desviadas hacia otras instancias. “Sin faltar algunos abusos y maltratos graves a brigadistas”.
Dijo que menciona estos hechos para evidenciar que, “junto con una corresponsabilidad ciudadana del todo encomiable, conviven lamentablemente algunas acciones deleznables que no logran advertir que en situaciones de emergencia, la prioridad absoluta deben ser los más pobres, los más vulnerables, los más necesitados de ayuda inmediata”.
Reconstrucción espiritual
Tras señalar que, tal como opinan algunos analistas, en el sentido de que la gran movilización ciudadana ante los terremotos debe encausarse de inmediato para construir una sociedad civil más organizada, participativa y responsables del bien común, Robles Ortega afirmó que en esta tarea nuevamente la labor de la Iglesia es insustituible.
Añadió: “La reconstrucción no puede ser sólo material. La principal reconstrucción que hoy requiere nuestro país es de orden espiritual, cultural y social. Como decíamos hace algunos años los obispos mexicanos en una de nuestras Cartas Pastorales, los procesos de transición, de cambio social, no tienen su destino asegurados, es necesario darles rumbo entre todos”.
Pero aclaró que el verdadero rumbo no se da a través de consignas fáciles u ocurrencias coyunturales, sino que sólo se puede encontrar redescubriendo la identidad y vocación más profunda. “Hoy tenemos la oportunidad de preparar un camino análogo. Un camino de reencuentro con Santa María de Guadalupe, que nos permita colaborar en la reconstrucción espiritual y material de nuestra nación”.
Estremecimiento electoral
El Cardenal también advirtió que en los próximos ocho meses México vivirá el “estremecimiento de las precampañas y las campañas electorales”, escenario marcado como nunca por el desconcierto y la insatisfacción social.
Dijo que ante esta situación, la Iglesia puede colaborar a través de tres cosas esenciales: no induciendo al voto hacia partido o candidato alguno, evitando que el pueblo crea que el criterio es elegir el “mal menor”, y estimulando la más amplia participación cívica.
Sobre esto último, el Presidente del Episcopado aseguró que entre más ciudadanos participen, más posibilidades habrá de que la sociedad madure y sea responsable de la cosa pública. “No hay que temer a la participación –insistió– al contrario, la próxima elección federal será una gran ocasión para que desde la fe todos podamos mostrar nuestro compromiso con México, es decir, con el pueblo real, que hoy se encuentra sufriendo mucho”.