“¿Todavía estamos a tiempo de despertar procesos vocacionales?”. Esta pregunta provocadora es la que lanzó el jesuita José María Rodríguez Olaizola a los superiores mayores presentes en la Asamblea General de la Conferencia Española de Religiosos (Confer).
Fue el arranque de una ponencia en la que, a partir del documento preparatorio para el Sínodo de los Jóvenes, ahondó más allá del diagnóstico que se hace sobre la realidad de los jóvenes y de la crisis de renovación que vive la Iglesia: “El Espíritu va a seguir actuando, estemos nosotros o no. Pero nosotros, ¿estamos respondiendo de alguna manera a esta realidad?”.
Con libertad y sin miedo
“Si fuéramos capaces de que cualquiera de nosotros de transmitir la idea de que Dios llama a todo el mundo, de que todo creyente tiene una vocación, entonces tal vez vivamos con más libertad y sin miedo que nuestra vida religiosa va a llamar a menos gente, que les está llamando de otra manera o que nosotros tenemos que cambiar”, propuso Olaizola a los asistentes.
“Ninguno de los jóvenes con los que trabajamos te dirá que no quiere un amor en su vida. El problema es que tienen una conciencia del amor muy limitada, con las aristas muy limadas”, reflexionó, que explicó cómo “todo tienen que sentirlo, se absolutizado el sentimiento y ha convertido a la voluntad en una cenicienta. La vocación también es cuestión de voluntad: no es solo qué sientes sino qué quieres. Una vocación sostenida solo en el sentimiento es muy voluble”. Por eso, lamentó que se haya caído en pastorales vocacionales que “únicamente se han sostenido desde el sentimiento”.
El discurso del Evangelio
“Corremos el riesgo de caer en el discurso de pensar que se es demasiado joven para tomar decisiones”, añadió el consejero delegado del Grupo de Comunicación Loyola alentó a los religiosos a “proponerles un discurso trascendente que dé sentido a la vida. Ahí es donde tenemos una baza enorme, el discurso del Evangelio, en medio de un mundo donde hay pocos discursos que den sentido”.
“Hemos pasado del cristianismo sociológico al ateísmo sociológico”, recordó, planteándolo “no como un problema, sino como una oportunidad”. “Para mucha gente, nuestro relato navideño tiene el mismo valor que Harry Potter, simplemente un relato sobre el bien y el mal”, advirtió.
“El adolescente tiene el derecho a pensar que tiene derecho a las puertas abiertas, pero la libertad no es cerrarte a ninguna puerta, sino empezar a cerrártelas”, formuló para apelar a los presentes a que “no podemos continuar con procesos que giren en la misma dinámica”. En esta línea, alertó de la tentación de mantenerse en el egocentrismo, el miedo a institucionalizar las decisiones y el compromiso…
Cercanos, creíbles, coherentes y honestos
Remitiéndose al documento vaticano, invitó a los representantes de la vida consagrada mostrarse “cercanos, creíbles, coherentes y honestos” ante los jóvenes. “No solo los jóvenes pueden hacer pastoral con jóvenes”, apuntó.
Olaizola echó mano de la película “La llamada” para insistir en la necesidad de “comprender que cada uno le habla a Dios con su lenguaje”. Así, citó la iniciativa de la Universidad Iberoamericana de Puebla de convocar una misa para jóvenes en la que se cantaban temas del grupo Coldplay. “Ante los jóvenes nos mostramos creíbles, si verdaderamente les demostramos que nos preocupan sus vidas, que encuentren su vocación”, aseveró.
“Ser honestos es hacernos la pregunta: ¿he sido feliz? Sabiendo que la felicidad no es un cuento de hadas”, interpeló a la vida consagrada proponiéndoles descubrir a los jóvenes que “vivir la vocación no es un incordio, sino una forma de plenitud”. “Hay que dar cancha a quien tiene nuevas ideas sobre la vida religiosa para arriesgar, incluso prescindiendo de aquello que parece imprescindible”, concluyó.