Más de 600 personas vinculadas a la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios debaten en Barcelona, durante este fin de semana en el I Congreso de Solidaridad, el modelo de atención e implicación ciudadana en el acompañamiento de las personas en situación vulnerable.
Inaugurado por el superior general, Jesús Etayo, la misa de clausura será presidida mañana, domingo 19 de noviembre, por el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella. Igualmente, el encuentro servirá para acoger el acto de clausura del 25º aniversario de la ONGD Juan Ciudad, creada por la Orden Hospitalaria en España.
Para el superior provincial, José Luis Fonseca, este congreso pretende una sensibilización externa sobre la solidaridad, pero también “hacia el interno de nuestra Institución”, con la finalidad de salir del confort o la indiferencia “para ofrecer acogida, sintonía y hospitalidad”
PREGUNTA.- ¿Qué frutos le gustaría ver que nacen de este I Congreso de Solidaridad?
RESPUESTA.- Fundamentalmente, sensibilizarnos al interno de nuestra Institución y al externo de la misma. Creemos que la solidaridad es un valor sustancial, de presente y de futuro, para construir una sociedad más rica en humanidad y en madurez, donde las personas sean lo más importante y en la que todos nos sintamos más hermanos por ser todos hijos de un mismo Dios, que nos ama de forma desmesurada y sin condiciones.
“Un corazón que abraza, apoya y empodera”
P.- ¿Cuáles serían las pautas para el acompañamiento solidario desde el carisma de san Juan de Dios?
R.- La pauta esencial desde la Iglesia y desde el carisma de san Juan de Dios es que nos sintamos y vivamos como seres solidarios mucho más allá de las cosas y tareas que podemos hacer hacia los demás. Acompañar es estar al lado del otro en sintonía de corazón y sin permitir que ningún prejuicio, del tipo que sea, nos distancie. Es acoger al otro en la propia vida y desvivirse para que se sienta como en su casa en los espacios de acogida sociales y personales. Es salir de uno mismo y nuestro espacio de confort o de indiferencia para sentir un corazón que abraza, apoya y empodera al que se siente vulnerable y sufre. Es ir a los espacios de incomprensión, rechazo u hostilidad para ofrecer acogida, sintonía y hospitalidad.
P.- ¿Goza de buena salud la solidaridad en una sociedad del bienestar como la nuestra?
R.- En esta sociedad tan variada y rica en pluralidad, en todos los aspectos, existen personas que viven desde el compromiso personal la solidaridad en el entorno e, incluso, en los espacios lejanos. Y, al mismo tiempo, en esta misma sociedad, existen personas que, como dice el papa Francisco, están llenos de indiferencia e incluso hostilidad hacia el que es diferente. Pero estoy convencido que los primeros son muchos más que los segundos y, en ese sentido, diría que goza de buena salud, aunque desgraciadamente en los medios aparecen mucho más las minorías de los segundos.
P.- La solidaridad, de alguna manea, también está institucionalizada con leyes que reconocen el derecho a la vivienda, a un empleo, a la salud… ¿Están cumpliendo su función?
R.- Es indudable que en nuestra sociedad ya hay mucha solidaridad, está en los corazones y muchas personas, para darle un mayor sentido y permanencia, apoyan la institucionalización de la misma. También las administraciones hacen y apoyan proyectos solidarios de ayuda a las personas. La dificultad está en que lo que se hace es muy insuficiente. Siguen existiendo en nuestros entornos muchas personas pobres, en sentido material, y muchas personas desintegradas y desgajadas para las dinámicas institucionalizadas. Por todo ello, es necesario promover más el valor de la solidaridad, basada no en los grandes números y estadísticas de colectivos, sino en la delicadeza del encuentro con las personas.
La acción de la Iglesia, imprescindible
P.- ¿Cómo valora, en una sociedad como la española, que acaba de atravesar una profunda recesión que aún siguen sufriendo miles de personas, la labor solidaria de la Iglesia?
R.- Valoro muy positivamente la labor solidaria que realiza la Iglesia día tras día en favor de los más pobres. Valoro la acción caritativa que realiza, que significa indudablemente algo imprescindible para la dignidad de muchas personas, pero sobre todo, por el valor evangélico genuino que significa acompañar y empoderar, tratando de integrar lo más posible a las personas que, por diversas circunstancias de la vida, han quedado en los márgenes del caminar de una sociedad que trata de justificarse con los méritos, los rendimientos, las eficacias, la competencia y el éxito basado en el dinero y el poder. Sin embargo, según el Evangelio, el gran mérito es saber estar con el hermano y servirle desde el amor y la fraternidad. En este sentido, la Iglesia realiza una gran labor de construcción del Reino de Dios al construir, para quien quiera verlo, un mundo mucho mejor, mucho más maduro, mucho más humano, basado en la fraternidad y en la hospitalidad.