Silencio. Comienza el discurso del presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE). El cardenal Ricardo Blázquez lee el primero de los cinco puntos: condena a la violencia contra la mujer. “Rechazamos toda forma de prepotencia, autoritarismo, discriminación y humillación”, recalca.
En su alocución al abrir las sesiones de trabajo de la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, hoy lunes 20 de noviembre, el también arzobispo de Valladolid cambia su tono amable para expresar su apoyo ante esta lacra: “¡Cuántas mujeres han muerto en el año en curso a menos de sus maridos o convivientes!”. Y se pregunta: “¿Cómo es posible que la suma intimidad entre personas se convierta en violencia suprema?”.
No obstante, lo más esperado era el pronunciamiento de los obispos sobre la actual situación de Cataluña. Y este ha llegado casi el final de sus palabras. “Participando en las preocupaciones y esperanzas”, Blázquez reconoce que “desde hace algún tiempo el desarrollo de los acontecimientos nos preocupaba en medida creciente, y nos entristeció la Declaración Unilateral de Independencia” porque “significaba la ruptura del orden constitucional que los españoles nos hemos dado hace 40 años”.
Durante su alocución, el cardenal ha indicado que “juzgamos que la Declaracion de ruptura es un hecho grave y perturbador de nuestra convivencia, que va más allá de las discrepancias entra las formaciones políticas”. Asimismo, Blázquez ha recordado que “la Constitución se gestó, redactó y fue aprobada en las urnas, como fruto del consenso de todos”.
En el mismo sentido, el presidente de los obispos ha recalcado que “la ruptura reciente nos ha entristecido y preocupado, ya que la Constitución había nacido con la aspiración de configurar para las generaciones presentes y futuras un marco general de libertad y respeto en el que cabíamos todos”. Y continuaba: “Es comprensible que el paso del tiempo y la vitalidad de la sociedad fuera mostrando la conveniencia de reformar o añadir aspectos nuevos en la Constitución para que siempre sea actual, pero ella misma indicaba los procedimientos para introducir los cambios oportunos”.
Blázquez también ha querido recordar el papel de colaboración de la Iglesia en la Transición, “aunque no siempre sea reconocido”, y ha expresado su deseo de “continuar cumpliendo su misión de reconciliación y pacificación”. Y es que “el ministerio de los obispos y presbíteros está al servicio de la comunión eclesial: y, por ello, también de la convivencia pacífica de los ciudadanos. Nuestra renuncia a la militancia política favorece que nadie se considere extraño a la comunidad cristiana por opciones legítimas”.
Al mismo tiempo, ha recordado que los obispos apoyan “el restablecimiento del orden constitucional, porque es un bien común”. Y añade: “La normalización de la vida social y el correcto funcionamiento de las instituciones suponen y exigen el respeto a la ley”. Asimismo, “la normalización requiere el esfuerzo de todos para que las relaciones sociales, eclesiales y familiares afectadas negativamente por estos hechos sean renovados por el respeto a la libertad de todos, la mutua confianza y la concordia serena”.
De hecho, “la Iglesia, por su misma naturaleza, puede contribuir a la pacificación personal y social, acentuando particularmente la solidaridad entre todos y la atención a los pobres”. Y ha parafraseado al papa Francisco para dejar claro que estamos en el momento de destruir muros y tender puentes.
Por último, ha nombrado a Adolfo Suárez para hablar sobre concordia y ha mostrado su convencimiento de que “hoy es posible la convivencia en la diversidad. El diálogo entre los ciudadanos y en las instituciones será un impulso renovado para continuar construyendo una sociedad en paz, en libertad y en justicia”.
En otro orden de cosas, el purpurado destacó la I Jornada Mundial de los Pobres celebrada ayer, 19 de noviembre, por petición del Papa. Y recordó que hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Víctimas de Abuso, haciéndola coincidir con el Día Universal del Niño establecido por Naciones Unidas.
Y a continuación, uno de los aspectos a los que ha dedicado mayor espacio es a la denuncia de la ideología de género, “motivo de preocupación como ciudadanos, como cristianos y como obispos”.
Citando al papa Francisco en Amoris laetitia, Blázquez ha asegurado que “esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”, una ideología, que “a veces pretende imponerse como pensamiento único, hasta en la educación de los niños”.
Volviendo al relato bíblico sobre el origen del hombre, el presidente de los obispos sostiene que “el sexo es constitutivo de la persona; no es una característica secundaria que podría modificar sin afectarle personalmente. La identidad genética no cambia a lo largo de la vida de una persona. (…) El hombre no es un permanente crearse a sí mismo, como si nada le precediera y por ello pudiera determinarse a sí mismo en todo. El ser humano, varón y mujer, recibieron una bendición de Dios: ser fecundos, y transmitir a sus hijos la dignidad de imagen de Dios”.
A propósito de este asunto, el obispo de Bilbao, Mario Iceta, presentará a la Asamblea Plenaria el documento en el que han estado trabajando desde la Subcomisión Episcopal de Familia y Vida y que ya conoce la Comisión Permanente de la CEE.
Tras el discurso de Blázquez, el nuncio de Su Santidad en España, Renzo Fratini, ha querido trasladar a los obispos el deseo de Francisco de que exista “unidad, concordia y colaboración” para una verdadera “colegialidad episcopal”, porque “caminar juntos es el camino constitutivo de la Iglesia”. Y “solo así podemos afrontar la complejidad de este tiempo”, ha recalcado.
Además, también ha hecho hincapié sobre la visión del Papa sobre la ideología de género, que “presenta una sociedad sin diferencia de sexos”.
Y pese a que el propio Pontífice llama a “acoger a todas las personas sin tener en cuenta su orientación sexual, reconoce que esta ideología afecta a la dignidad humana”.