Eloi, la campana mayor de la catedral de Mallorca, a pesar de las rachas de viento que se habían anunciado, no tañía en la mañana de este sábado 25 de noviembre para avisar de ninguna tormenta, como sostiene una antigua tradición, sino para festejar la llegada de un pescador de hombres de esas mismas tierras, de un nuevo pastor, Sebastià Taltavull, que llega para hacerse cargo de la diócesis balear.
Un hombre de las islas, de Menorca, que regresa a las Baleares procedente de Barcelona, durante los últimos ocho años como obispo auxiliar y, desde septiembre de este año, obispo electo de esta sede balear, en sustitución de Javier Salinas.
No llegó solo el nuevo obispo. Le esperaban más de 3000 personas, con una nutrida representación de Menorca y Barcelona, y arropado también por más de un centenar de sacerdotes, una veintena de obispos y cuatro cardenales -Juan José Omella y Lluís Martínez Sistach, titular y emérito de Barcelona, a cuyo servicio estuvo Taltavull estos años; Ricardo Blázquez, arzobispo de Valladolid; y Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia-, encabezados todos por el nuncio Renzo Fratini.
Este, en sus primeras palabras, ha recordado, citando al papa Francisco, que “el servicio del episcopado es un servicio de amor, que nos hace ser pastores capaces de construir la unidad, tejer redes y remendar la fragmentación”. “Tantos hombres y mujeres de hoy esperan el ministerio de un pastor que les ofrezca la cercanía de Dios, propiciando el encuentro con Él“.
En la homilía de inicio de pontificado, Taltavull no ha desgranado ningún programa pastoral -“aunque ya lo tengo pensando y he recibido muchas aportaciones”-, sino que ha querido hacer hincapié en los signos distintivos que quiere que atraviesen su nuevo servicio, “y que nos identifiquen en medio de nuestro pueblo y lo animen a creer: deseo de comunión plena, salir al encuentro de Jesús y a la esencia del Evangelio“.
Taltavull ha mostrado su deseo de “acoger a todos y con todo el amor del que soy capaz, y ponerme al servicio de todos, como nos pide Jesús”. También al servicio de toda la sociedad, porque, como señaló ante la presidenta de las Islas Baleares, Francina Armengol, “es a ella a quien hemos de anunciar y ofrecer la persona de Jesús, los valores del Evangelio y la humilde experiencia de fraternidad, desde una Iglesia que quiere colaborar con todos“.
Para esta tarea, Taltavull quiere contar con todos y cada uno de los miembros de la Iglesia de Mallorca, a los que les ha pedido ser “coherentes con lo que se predica”, poniendo “una oreja en la Palabra y otra en la vida del pueblo”.
Y esto quiere hacerlo con un nítido estilo colegial, “contando con todo el rebaño”. “No tendría sentido una respuesta limitada al pastor y que el rebaño se inhibiese y no se sintiese implicado. Por eso, para responder, os necesito a todos vosotros, y me atrevería a deciros que hemos de responder juntos, a coro, al unísono”, les ha interpelado.
“No queremos vivir de la mentira -ha añadido Taltavull-, del engaño, ni decir una cosa primero para quedar bien y luego otra detrás, y seguir manteniendo la fachada de la hipocresía, cediendo a la tentación de la mundanidad espiritual o dejarse infectar por la posverdad“. También ha pedido “no hacer daño a nadie, no mentir, criticar ni hablar mal de otros”.
Pero, aunque no ha esbozado líneas pastorales, como dijo nada más comenzar, sí ha reservado un último párrafo lleno de determinación sobre lo que cabe esperar de la acción de la Iglesia en Mallorca: “Aunque en ciertos momentos se nos niegue la actuación pública, se nos relegue al silencio o nos afecte también la indiferencia de muchos, sabemos que existimos para evangelizar“.
” Y eso -ha continuado- no lo podemos hacer si no salimos a la calle y si no decimos una palabra clara y valiente en el corazón de las comunidades parroquiales, de las familias y de las instituciones ciudadanas, sobre todo las educativas y las que atienden a los más desfavorecidos, en las periferias, que también las hay muy cercanas”.
Por todo ello, ha concluido que “no estamos hechos para callar”. Porque, “si lo hiciéramos, iríamos contra nuestra identidad, marcada por lo que nos encargó Jesús: ”Id y predicad'”.