Sol, calor, alegría. No podía ser de otra forma esta particular manera en que la diócesis de Quilmes (Buenos Aires) decidió celebrar la Jornada Mundial de los Pobres. Si bien la Iglesia la celebró el domingo 19 de noviembre, esta diócesis inició esta conmemoración instaurada por el papa Francisco con la Carpa Misionera “Nuestra Señora de Luján” en el Cruce Varela, que durante toda la semana estuvo en ese lugar con celebraciones, charlas sobre violencia institucional y movimientos sociales. También hubo rezos del Rosario y otras acciones misioneras con la gente del barrio y con los cientos de miles de personas que cada día pasan por esta zona en las horas pico de la mañana y de la tarde a tomar alguna de las líneas de colectivo que tienen parada en este inmenso lugar de trasbordo de pasajeros del Conurbano bonaerense.
Todo esto concluyó con la jornada del sábado 25, que tuvo una radio abierta (coordinada por Radio Novak FM 91.1) durante toda la tarde y luego dio paso a la tradicional Misa de la Esperanza, en su edición número 22. Presidida por su obispo, Carlos José Tissera –recientemente elegido por el Episcopado argentino para presidir Cáritas Argentina–, este año el lema que guió todas estas iniciativas fue “No amemos de palabra sino con obras”.
Más allá de todos los gestos, lo que más resonó tanto en los comentarios de la gente como en la prensa fue la homilía que pronunció Tissera. “La pobreza tiene dos dimensiones: pobreza como carencia y pobreza como don. La pobreza es una carencia que hay que combatir; es la exclusión social, los problemas de la educación, el hacinamiento familiar, la marginalidad, la explotación, la falta de trabajo, todo eso que se tiende a invisibilizar porque los pobres incomodan e interpelan”. Pero no se quedó ahí y mostró otra cara: “La otra dimensión es que la pobreza es un don. Los pobres nos enseñan; tenemos que aprender de ellos aquellos valores que la sociedad, la clase media, ha perdido: la solidaridad y la hospitalidad, entre otros valores”.
“Las heridas que provoca el sistema económico –continuó–, que tiene al centro al ‘dios dinero’ y que en ocasiones actúa con la brutalidad de los ladrones de la parábola, han sido criminalmente desatendidas. En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo. Los heridos están ahí, son una realidad. El desempleo es real, la violencia es real, la corrupción es real, el vaciamiento de las democracias es real”.
“Hace mucho que venimos escuchando estadísticas e índices de las más variados. Hace mucho que venimos escuchando quiénes son los supuestos culpables del empobrecimiento, pero ¿quién escucha a los pobres? Es necesario escucharlos. Oírlos con el corazón, y no verlos como una cifra en una planilla”, declaró.
Preocupación episcopal
Como no podía ser de otra manera, no solo por ser el iniciador de esta Misa de la Esperanza, sino por su opción preferencial por los pobres, Tissera recordó al primer obispo de Quilmes, de quien hoy toda la diócesis está pendiente de su postulación para la canonización: “Muchas veces, últimamente en este Cruce Varela, el Siervo de Dios Padre Obispo Jorge Novak hizo oír su voz a favor de los pobres. Le dolía ver tantas injusticias, se acercaba a consolar y a ayudar como podía a los más vulnerables. Su ejemplo nos alienta también hoy”.
En seguida, manifestó algunas inquietudes del ámbito social, económico y político: “Nos preocupa la presentación del proyecto de reforma previsional y del proyecto de ley de reforma laboral. Esperamos que se escuchen todas las voces, antes de promulgarlas. También nos ha causado preocupación el proyecto de reforma de la ley orgánica del Ministerio Público Fiscal de la Nación, en la que se elimina el Programa ATAJO que tantos beneficios ha traído a nuestros barrios más vulnerables, como a otros del Gran Buenos Aires y del Interior del país”.
Sin embargo, no se olvidó de un hecho transcendental para la Iglesia, ya que el mismo sábado se beatificó en Córdoba a la Madre Catalina de María Rodríguez, “esposa, madre y luego viuda, fundó la Congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, para cobijar y educar a las mujeres más pobres, y difundir los Ejercicios Espirituales”, aseguró el obispo.
Escuchar esta homilía del nuevo presidente de Cáritas Argentina hace pensar que este prelado es de esos que quiere el papa Francisco para cambiar la Iglesia.