En la tarde (mañana en España) de hoy miércoles 29 de noviembre, después de encontrarse con el Consejo Supremo ‘Sangha’ de los monjes budistas, el papa Francisco se ha reunido con los obispos de Myanmar, con los que se ha mostrado muy alegre, especialmente por vivir en un país con un 90% de budismo en el que la comunidad católica aún no es demasiado grande.
En un encuentro mantenido en el Arzobispado de Rangún, el Papa ha estructurado el discurso que les ha dirigido en torno a tres palabras clave: sanación, acompañamiento y profecía.
“Mediante la sangre de Cristo –ha explicado el Papa–, Dios ha reconciliado consigo el mundo y nos ha hecho mensajeros de esa gracia sanadora. Aquí en Myanmar, este mensaje tiene un eco particular, puesto que el país está trabajando para superar divisiones profundamente enraizadas”.
El Pontífice ha alabado la fe y el valor de las comunidades católicas del país, que “llevan las marcas del conflicto y han dado testigos valientes de la fe”. Además, se ha mostrado orgulloso de los católicos de Myanmar por su “testimonio profético de amor a Dios y al prójimo, que se expresa en el compromiso con los pobres, con los que están privados de derechos y sobre todo, en este tiempo, con tantos desplazados”.
En este sentido les ha dicho “la Iglesia es un hospital de campaña, y vuestra misión es guarecer”, refiriéndose a los miles de refugiados que huyen del país y a los que la comunidad católica ha ayudado y acogido en muchos casos. “Os pido que trasmitáis mi agradecimiento a todos los que, como el Buen Samaritano, trabajan con generosidad para llevar el bálsamo de la sanación a quienes lo necesitan, sin tener en cuenta la religión ni la etnia”.
Francisco ha encomendado esta sanación a los obispos, pero particularmente en el sentido del diálogo interreligioso, para tender puentes entre las distintas creencias y así consolidar la paz.
En cuanto a este concepto, el Papa ha repetido una de las frases que más hemos oído en su pontificado, “el pastor debería oler a oveja”. Con esto ha querido decir a los obispos que deben estar presentes en las vidas de sus comunidades, y les ha pedido concretamente que traten de hacer “visitas pastorales regulares a las parroquias y las comunidades que forman vuestras Iglesias locales. Este es un medio privilegiado para que, como padres premurosos, acompañéis a vuestros sacerdotes”. También les ha pedido que formen y cooperen con los catequistas para “no perder el afán misionero de quienes trajeron el Evangelio a esta tierra”.
Francisco no se ha olvidado del acompañamiento a los jóvenes, y ha requerido de los obispos que se ocupen de ellos “Ocupaos de su formación en los sanos principios morales, que los guíen para afrontar los desafíos de un mundo que cambia rápidamente”. Igualmente ha alabado la juventud de la Iglesia de Myanmar, que cuenta con una gran proporción de jóvenes seminaristas y sacerdotes.
Respecto a esta última palabra, el Papa ha puesto en valor la tarea de la Iglesia en sus “obras educativas y caritativas, su defensa de los derechos humanos, su respaldo a los principios democráticos” y ha exhortado a los mitrados a que pongan “a la comunidad católica en condiciones de seguir teniendo un papel constructivo en la vida de la sociedad, haciendo escuchar vuestra voz en cuestiones de interés nacional, insistiendo particularmente en el respeto de la dignidad y los derechos de todos, especialmente de los más pobres y vulnerables”.
Ha subrayado además la importancia de proteger el medio ambiente y utilizar los recursos naturales de forma responsable, algo que “dará frutos abundantes no solo para el futuro de las comunidades locales, sino también para todo el país”.
Finalmente, Francisco se ha acordado de las fatigas del apostolado en un país como Myanmar, por lo que les ha exhortado “a mantener el equilibrio en la salud física sin olvidar la espiritual, en preocuparos de modo paternal por la salud de vuestros sacerdotes”. Tras lo que, con gran afecto, les ha bendecido y se ha despedido.
Posteriormente, el Papa se ha encontrado a puerta cerrada con 33 jesuitas del país, con los que ha mantenido una sesión de preguntas y respuestas; como anédcota, los religiosos le han regalado una prenda típica de Birmania. Estos encuentros son ya una costumbre en sus viajes apostólicos, ya que siempre se interesa por el estado de la Compañía de Jesús a la que pertenece.
Mañana jueves será el último día del Papa en el país.