El nuncio apostólico en México, Franco Coppola, presidió este miércoles la celebración eucarística con motivo de la ordenación episcopal y toma de posesión de Luis Martín Barraza Beltrán como cuarto obispo de la Diócesis de Torreón.
Durante la misa, la cual fue concelebrada por una treintena de obispos del país, el obispo emérito José Guadalupe Galván Galindo, a nombre de esa Iglesia local, dio la bienvenida a su sucesor. “Querido hermano, todos los que conformamos la Diócesis de Torreón, queremos recibirte como al padre que vamos a querer mucho, como al maestro que siempre estaremos dispuestos a escuchar, y como al buen pastor que nos va a cuidar y a guiar. Seas bienvenido”, dijo.
Monseñor Franco Coppola, por su parte, explicó que la Iglesia tiene mucho que hacer ante una realidad que “pareciera rebasar nuestras fuerzas”, pero ante la cual Jesús nos invita a ir mar adentro”. Dijo que los milagros siguen sucediendo, “sólo que nosotros no tenemos fe y negamos al Señor la posibilidad de hacerlos”.
México, un tesoro de fe
Sobre el tema de los milagros, el representante del Papa en México compartió que hace dos años, cuando se encontraba en la República Central Africana, el más pobre del mundo y con fuertes conflictos armados entre cristianos y musulmanes, el papa Francisco decidió visitar ese país a fin de hacer algo para ayudar. El primer reto –dijo– era la seguridad del Santo Padre en un país en el que no había ninguna garantía de ello debido a la guerra civil.
El Arzobispo de aquel lugar –explicó– quien se había ganado la confianza incluso de los musulmanes, pues cuando había heridos o muertos a causa de algún conflicto, dejaba su sede y salía a las calles a recogerlos, fue quien asumió el desafío de acercarse a los musulmanes para explicarles el deseo del Santo Padre. La respuesta fue ésta: “Si el papa Francisco viene, es bienvenido, porque él es un hombre de paz”.
Superado aquel primer obstáculo, el otro problema era conseguir pantallas para que la población pudiera seguir la visita del Papa, pero ningún país estaba dispuesto a prestarlas a una nación en guerra, excepto una empresa francesa, pero el costo para trasladarlas era muy alto. Recordó Coppola que , junto con el Arzobispo, se acercó al presidente de la República para manifestarle la situación: “Su respuesta fue: ‘Cada día que pasa yo veo que esto (la visita del Papa) es algo que el Señor quiere. Esta mañana mi hermano, el presidente de Guinea Ecuatorial, me ha animado a favorecer esta visita, y me envió un sobre con 90 mil dólares, que ahora son para ustedes’.
“Fue la Providencia –dijo el Nuncio– pues cuando el Señor quiere, se hace. Un día como hoy, 29 de noviembre, el Papa llegó a ese país en medio de una gran alegría pese a su realidad. Y cuando el Santo Padre volvió a Roma, esa misma noche las dos milicias, cristiana y musulmana, decidieron hacer la paz, no más guerra”.
Dijo que lo que ocurrió en aquel país fue un verdadero milagro de la fe del papa Francisco, pero también de la fe de la gente humilde y de la fe los más importantes, como el presidente, que estaba convencido de que la visita del Papa les regalaría la paz.
“Tenemos que recuperar esta fe. El Papa conoce la fe del pueblo mexicano, y por eso, cuando me envió a México, me dijo: ‘Te envío a un país que es un tesoro de fe’. Tenemos que ser dignos de esa fe, ir mar adentro… Tenemos que pedir hoy para monseñor Luis Martín y para todos nosotros, tener la fe de san Pedro”, concluyó.
Fe, comunión y misión
En la ceremonia de Ordenación Episcopal y toma de posesión de la diócesis –que tuvo lugar en el Coliseo Centenario y a la que asistieron también autoridades de los cinco municipios que conforman la llamada Comarca Lagunera– Luis Martín Barraza llamó al pueblo de Dios a vivir una nueva era diocesana, y destacó la fe, la comunión y la misión como pilares centrales de su ministerio episcopal.
“La fe –abundó– que cuestiona las seguridades y procesos de confort; la fe que hace responder a Dios a pesar de la incapacidad humana. La comunión, que se debe reflejar en la transformación del hombre hacia la comunidad para integrar a los sin padre, a los desahuciados, a los que le sobran a la sociedad y los desecha, y la orfandad; y la misión, por la que la Iglesia debe salir a anunciar el Evangelio sin demora, sin asco y sin miedo, privilegiando a los pobres y necesitados, que son los destinatarios privilegiados del Evangelio”.
Horas antes, miles de fieles se habían concentrado en la Catedral de Nuestra Señora del Carmen para recibir a monseñor Luis Martín Barraza Beltrán, quien en ese lugar realizó la respectiva profesión de fe y el juramento de fidelidad a la Iglesia.